| Carta a los Kikos plásticos |
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| por RAMóN FERNáNDEZ LARREA |
Parte 2 / 3 |
Mas no conozco a ningún cubano que haya soportado un día entero con ustedes en la parte oriental del cuerpo. Y en lo que se refiere al músico, vuelvo y me repito, me reitero y viceversa. El razonamiento se cae como un aguacate: si Enrique Jorrín le puso nombre al ritmo que inventó, allá en 1953, a partir del sonido que hacían los bailadores en sus evoluciones coreográficas, aquel sensual, ligero, alado ssha sssha chá, algún enfermo mental no evaluado, pero con troque de corcheas y semicorcheas en el güiro, tuvo que estar en el equipo que los parió a ustedes. A los diez minutos de uno haberse calzado su plástica musculatura, y caminar —si a eso se le podía llamar caminar— unos treinta pasos, ya comenzaba el leve rumor, como el arrullo de palmas en la llanura. Un liviano, sedoso, ensopado shuap shuap, que iba in crescendo, engordando en el aire, atronando con espabilada fiereza hasta convertirse en un triunfal spuash spuash, como si una orca cayera en nuestra bañadera. Música coral, atronadora, victoriosa, similar a un himno coreano en un estadio. Hubo uno que soportó tres horas, pero tenía una enfermedad venérea en esa época, lo que lo incapacita como testigo fiable.
Treinta pasos, ni uno más. Creo que sólo les aventaja en efectividad una pequeña serpiente africana. Te mastica un cacho y caes redondo a los tres golpes de mocha. Con ustedes uno quedaba de pie, invicto, pero paralizado entre la vergüenza y la imposibilidad rotunda de salir del estanque. Se tenía la misma sensación de haberse puesto en los pies un par de biajacas vivas y protestonas, y de las pasaditas de peso. Las criadas en represa, no las de arroyo.
De aquellos años en que aparecieron ustedes, y se extendieron tan musicales como el dengue bueno de Juanito Márquez, el que no lleva tipos enmascarados echando humo, viene una de mis más asiáticas confusiones. Un trocadero entre político, histórico y geográfico. Como a la fábrica que los lanzaba al mundo sobrecumpliendo todas las hormas posibles, alguien tuvo la indocochina idea de bautizarla como "Viet Nam Heroico" o "Nguyen Van Troi", pues ya mi podrido cerebelo encontró explicaciones plausibles a lo que significaban:
Como un argentino, que no cantaba tangos ni era sicoanalista, había escrito: "Crear uno, dos, tres muchos Vietnam es la consigna", yo me dije: "esta es la manera de extender la guerra. La filtraron bien. Así todos nos sentimos sufridos y vietnamitas". En esos días vi en el periódico una foto del pobre Nguyen, atado a un poste. Tenía el rostro demudado, gritaba como de rabia o miedo. Y yo pensé: vaya, a este le quieren poner los Kikos plásticos y se resiste. Se lo nguyen y lo logran. Luego me enteré que lo iban a fusilar. Pero durante mucho tiempo sospeché que lo hacían por no querer usarlos a ustedes.
Como pensé —por el nombrecito de la fábrica— que eran de ese hermano país asiático, me propuse al menos arriesgarme usándoles un par de semanas, por decencia y solidaridad. Luego vi a Ho Chi Min en un documental y usaba alpargatas de tela y soga. El Tío Ho era feliz y caminaba de lo más bonito. Por eso vivió tanto.
En mi tozudez de que eran vietnamitas deduje que los estaban fabricando con el napalm que les sobró a los yanquis, y que había incautado el Frente de Liberación. Realmente ardían como carajo. No tengo los datos exactos de cuántos infelices ingresaron en la Unidad de Quemados Intensivos del Hospital Fajardo en sus momentos de más popularidad, pero lo sospecho.
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