| Carta al Padre José Agustín Caballero |
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| por RAMóN FERNáNDEZ LARREA |
Parte 1 / 3 |
Doctísimo y pionero Padre José Agustín Caballero:
No sabe el daño que sigue haciendo en la Isla el ergotismo escolástico. Fíjese que cuando eso lo agarra a uno entre un dengue y un pan de boniato, difícilmente supera la prueba. Aunque sospecho que del 1700 a la fecha, los síntomas han cambiado. Como que no queda campo para que se desarrolle en profundidad, el ergotismo se extiende horizontal, plano, llanuriento, de cierto aburrido arquitectónico y brota en los rostros más con semblante de come catibía que de barrenillo filosófico. Se ha apropiado del terreno de la expresión. Por eso lo que se pudiera llamar plebe, pueblo combatiente o, sencillamente, las masas, tiene ese parentesco, fundamentalmente con los pargos de tarima de antaño, que en lenguaje moderno se conocen como "pescao en nevera".
Pero no empecemos calificando. No seamos soeces, que eso desemboca en canal egipcio. Vayamos siempre al parche, erguidos en la ergástula. Que la escolástica tampoco es para tanto, en habiendo catástrofes más palpables y comunes, cotidianas y tenues, turgentes y constantes. En fin, el mar. Y hay que ver cuánto mar nos han hecho. Por eso le decía que todo ha de haber cambiado mucho. Fíjese que no hace tanto se escribió el poema La isla en peso y ya está anticuado. Ya hay otra moneda funcionando con la monada.
El debate nacional no es ya de bate. Ni siquiera debate entre la majagua y el aluminio. O llegar a la conclusión, simplemente, de qué cosa es, por fin, un jabao. No. Los temas son baladíes como cantantes del género. Balar en baladí ya es costumbre, y uno extraña la hondura de temas enrevesados como, por ejemplo, si el próximo presidente de Cuba debiera salir de una rueda de casino o simplemente se investiría al ganador de un concurso televisivo de chistes verdes. Todo se queda ahora en esas cosas amorfas de lo del ajuste cubano, que no es más que la pretensión por ajustar al nativo in extremis, y a quién le toca ajustarlo más. Es más estético que político. Con ligeros tintes gastronómicos. Desde que usted se decidió a luchar en Las Cortes, que no quita lo valiente, la idea fija de la libertad se quedó en el matojo. Y hasta La tremenda corte fue sólo una farsa radial que nadie conoce ya a esta altura.
¿A dónde vamos a parar? ¿A dónde? Bueno, si uno agarra una balsa a las diez de la noche justamente en la península de Hicacos, puede imaginárselo más o menos, pero yo hablo de lo otro.
No precisamente de "la cosa", sino de lo que también le preocupaba a usted en su tiempo. Y mire que he descubierto que en su tiempo hubo como que un gobernante que parece valía la pena. Don Luis de las Casas, que ya con ese apellido arrastra y tiene un tín como de resolver el problema acuciante del techo. Suena a que casi todo lo hizo bien y sin hablar cascarita de plátano. Sí, parece un buen tipo el hombrín Las Casas. No le digo que me den ganas de meterme cuatro horas de pie aplaudiéndolo, que ya una vez hice lo mismo con un chiflado y me ha dejado innumerables secuelas en el campo. Hasta vértigo. Incluso una onda cervical que me ha hecho más vertical.
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