Miércoles, 13 noviembre 2002 Año III. Edición 493 IMAGENES PORTADA
Opinión
Cuba, Castro, izquierda, derecha

La Isla como parque temático: ¿Por qué lo que es bueno para los demás es malo para los cubanos y viceversa?
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 3 / 5

No sé quién es Cristina y, como todo el mundo, tiene derecho a pensar lo que quiera. Pero me parece que debería ser más responsable con lo que escribe, como, por ejemplo, con identificar a una nación, a un pueblo, con un individuo. ¿Es que acaso no le recuerdan sus propias palabras a la realidad española durante el franquismo? ¿Es que acaso olvida al Caudillo? ¿Es que una persona de izquierdas puede admirar caudillos? ¿No elevó el franquismo el nivel de vida del pueblo español a partir de los 60? ¿Eso lo justifica?

Los cubanos que vivimos en el exilio, a diferencia de los que lo hacen en Cuba, sí podemos escoger nuestras posiciones políticas y ser de izquierdas o derechas a voluntad. Podemos expresarnos, equivocarnos, discutir... Es todo lo que pedimos. ¿Es tanto?

¿Saben los admiradores de Fidel Castro que cuando los jerarcas del régimen se reúnen con los tan odiados capitalistas, es decir, los inversores extranjeros, les ofrecen un paraíso donde no hay sindicatos ni organizaciones obreras y donde, por tanto, los obreros no tienen la menor posibilidad de reclamar nada? ¿Saben que parte de ese paraíso consiste en que sobra mano de obra, porque con tal de trabajar en una empresa extranjera y recibir unos dólares los cubanos aceptan sueldos que incluso en los países más pobres de América se considerarían una limosna? ¿Saben que miles de mujeres y hombres se prostituyen, siempre para los extranjeros? ¿Saben que la dignidad que queda en Cuba no es gracias a Castro, sino a pesar de él?

No sé, repito, quién es Cristina, pero sí quién es Miguel Ángel Martínez, o al menos qué cargos ostenta: eurodiputado español por el PSOE y presidente del Grupo de Amistad y Solidaridad con el Pueblo de Cuba del Parlamento Europeo, nombre que, significativa y paradójicamente, vuelve a la permanente identificación de un pueblo con un individuo: no ya "el Estado soy yo", a la manera de Luis XIV, sino el país, la nación, el pueblo es el régimen que hoy lo gobierna.

El señor Martínez manifestó su desacuerdo con la entrega del Premio Sajarov a Oswaldo Payá, aduciendo que los espías cubanos capturados en los Estados Unidos eran mejores opciones.

En una entrevista publicada en Encuentro en la Red, afirma:

"En nuestra visión de un orden democrático, nos parece razonable y positivo que en Cuba cada ciudadano pueda manifestarse a favor o en contra de cualquier actuación o política del Gobierno. Lo que desde luego nos parece intolerable y negativo es el bloqueo unilateralmente impuesto por los Estados Unidos y reiteradamente condenado por la Comunidad Internacional".

Completamente de acuerdo con ambos planteamientos. Lo que no consigo entender es la relación que hay entre ellos. Tampoco parece muy lógico el súbito cambio de tema, como si la pregunta del periodista lo obligara a abordar evidencias que prefiere no ver. Luego continúa:

"Igualmente nefasta nos parece la actividad de agitación que varios grupos desarrollan desde Miami, a menudo usando del terrorismo como método reconocido de hacer política y de 'oponerse' al régimen cubano".

Mezclar los conceptos "actividad de agitación" y "terrorismo" es parte de ese juego que consiste en disfrazar la realidad e intentar satanizar al exilio cubano en su conjunto. Exactamente igual que lo que hacía Francisco Franco con los exilados republicanos, sobre todo con comunistas y socialistas.

Por cierto, que entre los opositores a Castro, tanto dentro de Cuba como en el exilio, se encuentran las principales tendencias políticas conocidas en el mundo occidental: social demócratas (como el señor Martínez), liberales y democristianos, lo que, evidentemente, la izquierda europea no desea ver.

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