Miércoles, 13 noviembre 2002 Año III. Edición 493 IMAGENES PORTADA
Opinión
Cuba, Castro, izquierda, derecha

La Isla como parque temático: ¿Por qué lo que es bueno para los demás es malo para los cubanos y viceversa?
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 2 / 5

Lo más ridículo de todo es que Castro pasa por ser un hombre de izquierdas, como si los dictadores pudieran ser de izquierdas o derechas. Para que exista la izquierda, tiene que existir la derecha, y viceversa. Es decir, sólo en países donde es posible sostener posiciones diferentes puede establecerse una diferenciación política. Las dictaduras son precisamente eso, dictaduras, formas de gobiernos unipersonales, donde un individuo impone al conjunto de la sociedad sus propios caprichos. Claro está que para hacerlo necesita negociar con ciertos sectores de la sociedad y, en el caso de Cuba, su dictador ha preferido hacerlo con los más desfavorecidos. Pero exactamente lo mismo hacían las monarquías absolutas en su enfrentamiento con los señores feudales durante la Edad Media tardía. Y es que Cuba parece haberse retrotraído a esa época, o mejor, a la época del despotismo ilustrado.

Desgraciadamente, hay enormes probabilidades de que el resultado de esta ceguera de la mayor parte de la izquierda sea que el pueblo cubano, cuando alcance la libertad, identifique a ésta con esa derecha que, al menos en apariencia, es la única que se ha preocupado por su carencia en Cuba.

Es sorprendente como personas con cultura política olvidan las lecciones de la historia, incluso las más recientes. A mediados del siglo XIX, un economista, historiador y filósofo llamado Karl Marx, desarrolló una teoría que contenía, como toda pretensión sistémica, muchos errores, pero que significó el estallido de una serie de procesos de democratización que permitieron que los trabajadores adquirieran unos derechos que eran impensables cuando Marx y Engels promulgaron El manifiesto comunista, y una visión de la historia universal sin la cual sería incomprensible nuestra época (de hecho, pensadores contemporáneos tan aparentemente lejanos del marxismo, como Alvin Toffler, utilizan sus herramientas y parten de su legado para desarrollar sus teorías). Las dictaduras comunistas, que significaron la negación de los puntos más básicos expuestos en las teorías de El Moro, consiguieron desprestigiar hasta tal punto las ideas marxistas que hoy, salvo excepciones, incluso aquellos que las utilizan reniegan de toda relación con ellas.

Algo parecido podría pasar en Cuba dentro de poco tiempo, ya que, por razones estrictamente biológicas, la dictadura de Castro está tocando a su fin, y es muy difícil (relativizando mucho) que su régimen lo sobreviva.

Una de las hipótesis sostenidas por esa izquierda irrazonable (estaba tentado a escribir: "una de las tácticas escogidas", pero tal vez sería injusto) es situar a todos los cubanos que hemos salido de nuestro país en una extrema derecha interesada en recuperar las riquezas que perdió o vendida a los más tenebrosos intereses norteamericanos. He leído una carta publicada en Encuentro en la Red donde una persona que firma como Cristina llega a afirmar:

"Es increíble el odio hacia la Isla, no soy cubana, soy española y aunque moleste a muchísimas personas amo a Cuba y admiro a Fidel. En mi opinión todo este odio está provocado por dinero, propiedades, etc., que perdieron los capitalistas con la revolución. Tengo de todo pero donde realmente soy feliz y vivo es en Cuba y sin nada. Estoy cansada del capitalismo, del tanto tienes tanto vales, de la fiebre del consumo. Dejar vivir al pueblo cubano de la Isla, lo que querréis es volver a la Isla, montar vuestros negocios y ganar muchos dólares explotando a los que no se exiliaron".

Al parecer, la firmante ignora que la mayoría de los que colaboramos en Encuentro en la Red (sino todos) nacimos a partir de la década de los 50 y, por tanto, carecíamos de propiedades; que la mayoría de nosotros somos del exilio reciente (digamos, con menos de 20 años fuera de Cuba) y que, por tanto, no sólo vivimos gran parte del proceso, sino que nos educamos en él y, en cierta medida, somos su fruto; y que algunos de nosotros incluso nos atrevemos a situarnos a la izquierda en el panorama político internacional.

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