Carta a Papá Montero |
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por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona |
Parte 3 / 3 |
Tal vez colgaste el guante por la tristeza tremenda que te dio la única camiseta agujereada, que no aguantaba más. O derramado cerebralmente víctima de la insana duda, obligado a escoger, en la libreta de productos industriales, a la que le decían María La O, qué hacer con la casilla ocho: ¿Calzoncillos de paticas o camisetas? ¿Calzones corte imperio o el smoking casero del mediodía? ¿Pañuelos o camiseta? Qué duda, qué incertidumbre con la lumbre. ¿O te marchaste voluntario pa'las duchas, dejando el juego en 3 y 2, hombre en base y el pitcher curda? ¿Fue eso? ¿Te venía encima la Ley de Peligrosidad por la inmerecida fama de "canalla y rumbero"? Seguro elegiste mal el centro de trabajo. Con esa vocación, cabías perfecto en el Ministerio de Cultura, si hasta "la color" la tenías perfectamente quebrada, y hasta hubieras cogido cajita con un fasten en una delegación, a tirar pasillos por los pasillos, más turístico que una maraca. Ya nadie lo sabe, nadie se interesa. Quizá fueron los malos alcoholes los que te llevaron al yambú final. No sólo hay que ser hombre probado para entrarle al "Hueso e' tigre", también hay que tener un hígado de acero níquel, y eso hay que buscarlo en Moa, por no mencionar los atabales y el rostro tipo Lon Chaney para las muecas del primer buche.
Hasta el mexicano Alfonso Reyes, persona muy decente él, y con muchas luces, habló de ti en unos versos a La Habana, cuando tenía muchas luces también ella, y dijo una cosa bonita como esta: "No es Cuba la que nunca oyó Stravinsky/ concertar sones de marimbas y güiros/ en el entierro de Papá Montero,/ ñáñigo de bastón y canalla rumbero". Muy bonito, pero sigue insistiendo en lo de canallita, irresponsable y gozador —no olvides la camiseta, el tabacón, la mamita escogiendo el arroz y el sillón con la puerta abierta—. Te pone en esas ruinas romanas habaneras, y mira cómo describe el paisaje de hace setenta años —¡setenta, mi yunta!—: "...donde la policía desinfecta/ el aguijón de los mosquitos últimos/ que zumban todavía en español". Je, mi boca la callo. Sin comentarios, querido y canalla Papá. Que yo seguía pensando que eras el único zumbador.
Lo que sí me pone enfermo es la placa de rayos X que nos tiró Alfonso con su vista de Reyes: "No es Cuba, donde el mar disuelve el alma". La hostia, para decirlo en buen feligrés. Que el mar no sólo disuelve el alma, sino también los cuerpos. La Fe, la Esperanza y la Caridad, tres públicas y postergadas mujerangas (¿qué escogerán si no hay arroz?). El mar lo pone todo azul, y no de cuarto de niño, qué va. ¿O habrá querido decir el mal disuelve el alma? Bueno, las dos cosas. El guambán. Lo que llaman "la fuerza de los elementos". Y casi siempre eso viene asociado a "destinos trágicos". Es decir, sin camiseta y con el tabaco hecho pulpa.
Dándome sillón canalla en otra rumba
Ramón
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