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En las sociedades de cultura cerrada han existido siempre obstáculos de legitimidad para incorporar estilos culturales. Contrarias a aquellas de cultura abierta, donde los referentes no se crean o recrean al margen de los intercambios de frontera, las sociedades encapsuladas son intolerantes, clínicamente hablando, a las influencias que provienen de la interacción simbólica con los vecinos.
Éstas se encuentran atrapadas por el dilema de la frontera, pero al revés: no sienten la tentación de los espacios-límites abiertos, sino sufren el síndrome de los espacios-límites poblados. Necesitan de un guardafronteras cultural que proteja la franja que separa a los otros de los mismos. Las resistencias que ofrecen las culturas cerradas son, por tanto, sui generis. Como pretenden unos marcos culturales radicalmente distintos logran, a veces por la fuerza, otras veces por el aislamiento, hacer creer que somos, en efecto, distintos y que todo lo que provenga del exterior es pura invasión corrosiva de los propios fundamentos. Y muchas culturas han sobrevivido a su propia entropía, pero, excepción hecha de la cultura cubana, ninguna pertenece a la constelación occidental. Los clercs de la cultura cubana vienen teniendo, sin embargo, un éxito sin precedentes, tanto en Cuba como en el exterior, cuando hacen ver que nosotros los cubanos casi no pertenecemos al Occidente. El discurso de los orígenes, no de Orígenes, marca el terreno, teoriza su contenido, establece sus ídolos y sus cumbres y lee y relee a los fundadores de nuestra cultura de un modo tal que oculta las pautas esenciales de nuestra tradición. Martí, Varela, Lezama Lima y hasta Mañach, últimamente, no parecen responder ya a la tradición crítica fundadora de nuestra cultura, sino que son exegetados a la manera en que se leían las Escrituras en el Medioevo, poca interpretación de los textos, nada de indagar con detenimiento las fuentes y mucho cuidado con la comparatística extraterritorial. El discurso intelectual de Occidente, según el cual hacemos la crítica pudorosa del presente desmontando pieza a pieza el pasado, no parece pertenecer a nuestra matriz fundacional y, allí donde se hace, es percibida como una importación de patente sajona.
Puro teatro La sociedad quebrantada. Entrevista a Héctor Palacios Ruiz Música, tabaco y ron Las raíces de la corrupción Derecho a los derechos La moral de un siglo perdido |
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© 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana.