De la política a la economía |
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Contrario a lo que ocurre en las sociedades abiertas, en Cuba cualquier transformación hacia el libre mercado deberá estar precedida de cambios políticos. |
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por DIMAS CASTELLANOS |
Parte 1 / 2 |
La imprescindible y ansiada transición hacia la democracia, generada por la incapacidad del obsoleto modelo vigente, parecía haber irrumpido en el escenario nacional en 1993 cuando el Gobierno cubano comenzó a dictar una serie de medidas económicas de carácter reformista. Esas reformas —despenalización del dólar, mercado agropecuario y trabajo por cuenta propia— junto a otras permisividades en otras esferas, no desembocaron en una transición definida, pero sí conformaron un contexto en transición que facilitó pequeños y frágiles espacios para el desarrollo de la sociedad civil y política alternativas.
Bien por entusiasmo infundado o por darle valor absoluto a la tesis marxista del papel activo de las relaciones económicas en los cambios sociales, se llegó a pensar que las tenues reformas aprobadas desembocarían en un cambio que abarcaría desde las relaciones de producción hasta la superestructura social; sin tener en cuenta otra tesis leninista de la misma escuela, "la política es la expresión concentrada de la economía".
El detalle está en que las relaciones económicas tienen que gozar de independencia para desempeñar un rol activo en el desarrollo social; factor ausente cuando el control totalitario del poder político secuestra la esfera económica y la subordina a sus intereses. En esos casos, el rol activo de la economía puede reducirse hasta casi cero, en dependencia del grado de subordinación a la política. Por tanto, si los cambios sociales son inevitables en el largo plazo, en el corto o mediano plazo pueden ser detenidos o lentificados. Esa posibilidad asume un valor total donde y cuando el control político absoluto de una elite coincide con la ausencia de una sociedad civil independiente, con una carencia crónica de cultura sobre derechos humanos y con un control absoluto de los medios de información.
Lo anterior explica el carácter coyuntural, temporal e involuntario de las reformas dictadas y expresa la voluntad política de "cambiar" para que nada cambie. Idea emitida con toda nitidez en 1996 —cuando la elite del poder se sintió amenazada por las transformaciones— en un memorable discurso donde se llamaba a "coger al toro por los cuernos" y a no permitir bajo ningún concepto la "formación de una clase media en Cuba". Esta definición marcó el inicio de la actual contrarreforma, acelerada posteriormente por el conflicto relacionado con el balserito Elián González.
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