Martes, 04 diciembre 2001 Año II. Edición 249 IMAGENES PORTADA
Economía
Otra piedra en el camino

El impacto de Michelle sobre la economía nacional se suma al desastre provocado por más de cuatro décadas de régimen totalitario.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ  
Pobreza
Desahuciados tras el Michelle y 42 años de castrismo

El huracán Michelle —el más intenso sufrido en Cuba en los últimos 50 años— abrió una senda de devastación por el centro de la Isla la noche del domingo 4 de noviembre. Vientos de más de 200 km/h, que durante casi ocho horas afectaron la Península de Zapata y zonas aledañas, dejaron destruidas miles de casas en las provincias de Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara, Sancti Spíritus e Isla de Pinos, y, en menor cuantía, en las dos provincias habaneras. Miles de familias quedaron sin hogar, aunque el Gobierno no ha hecho públicas ni siquiera cifras provisionales.

El jueves, al final del día, la electricidad apenas se había restablecido en un 75% en Ciudad de La Habana. En grandes zonas de las provincias centrales todavía tardará semanas en llegar. Sólo en Matanzas hay un millar de postes de teléfono y un centenar de torres del sistema eléctrico tendidos en el suelo.

La agricultura sufrió enormes daños en zonas productoras de alimentos. El suelo de las plantaciones de cítricos está alfombrado de toronjas y naranjas. Los platanales quedaron arrasados. Grandes áreas de cañaverales fueron aplanadas por la fuerza del viento.

El servicio eléctrico y las comunicaciones —cuestiones priorizadas— se irán recuperando, aunque luego sigan los apagones. Según las autoridades, podría ser cuestión de días, o de semanas en los casos peores. Los niños regresarán a las escuelas en cuanto haya agua corriente. La agricultura tardará meses, quizás años, para volver a su situación anterior de carencias crónicas y altísimos precios. La zafra azucarera, que lleva más de un lustro de producciones decepcionantes, no se acerca ni remotamente al año de su recuperación.

El estado en el que han quedado centenares de miles de viviendas ofrece un panorama verdaderamente desolador. Su recuperación demorará años. Aún quedan afectados de desastres anteriores en albergues colectivos, sin ver una solución a sus problemas de vivienda. En esta ocasión, además de las decenas de miles de casas destruidas totalmente, están las que perdieron el techo, con el consiguiente deterioro de colchones, muebles y efectos eléctricos, artículos deficitarios y muy caros en el territorio nacional.

Michelle vino a abatirse sobre un país cuya economía ya había recibido un duro golpe con la contracción del turismo y de las remesas familiares desde el exilio, a partir del 11 de septiembre, sin contar la pérdida de los 200 millones de dólares del alquiler de la base rusa de Lourdes.

Más allá de las consignas en la prensa oficial y del optimismo de las figuras públicas, el pueblo sabe que la recuperación del desastre será fatigosa y, en algunos casos, nula. Aunque quiera aparentarse lo contrario, la economía cubana no está en condiciones de recuperarse por sí sola de la destrucción que ha dejado Michelle.

El régimen no podrá resolver los problemas a los que se enfrenta con las actuales limitaciones que lastran su sistema de producción, ni podrá atender a todas las víctimas.

No basta con decir que nadie quedará desamparado. Desamparados hay muchos desde hace largos años.

Ante esta situación, el Gobierno debería declarar al país en estado de desastre nacional, pedir ayuda humanitaria a los organismos internacionales que cumplen esa función y permitirles la entrada al país. Ya todo el mundo sabe que Cuba es pobre. También se podría beneficiar a la ciudadanía desviando recursos humanos y materiales de los contingentes que se dedican a la construcción de hoteles y pedraplenes para el turismo internacional, y concentrarlos en la recuperación y reparación de viviendas para los damnificados.

Debe reconocerse la eficiencia de la Defensa Civil en la evacuación de 700 000 personas hacia lugares seguros sin que ocurrieran accidentes. Pero ahora que se salvaron del huracán, hay que procurar que normalicen y rehagan sus vidas.


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