De gris con pespuntes negros |
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Un breve resumen de la crisis cubana, realzada por los vaivenes de la recesión global y la embestida de Michelle. |
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por CARMELO DíAZ FERNáNDEZ |
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Al finalizar la década de los 80, la economía cubana mostraba un grado de dependencia absoluto del llamado Campo Socialista, especialmente de la antigua URSS. Con ésta última se realizaba más del 80% del comercio exterior, con precios subsidiados para los productos que se exportaban, como el azúcar y el níquel, y preferenciales para las importaciones, como el petróleo y el armamento. Así, con la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, Cuba inauguraba un período de crisis nunca antes padecido en la historia nacional.
La situación se torna crítica con las serias afectaciones que la escasez de alimentos provocó en la salud de la población cubana. Es en este contexto que se pide ayuda internacional a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos de Naciones Unidas. El hecho de que también países como España, Francia e Italia, entre otros, contribuyeran a paliar la crisis, incidió en que su principal responsable, el Gobierno cubano, lograra salir —paulatinamente— a flote.
La apertura a la inversión extranjera convoya el reflote de la economía. Pero aun siendo capitalista, el nuevo mercado es centralizado por el régimen, que se asegura para sí la indispensable zanahoria. Así, los dirigentes del Gobierno, sus familiares, las capas sociales más afines al sistema y organismos como las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, resultan los principales beneficiados.
Se instituye el llamado "Período Especial". Se multiplican las enfermedades relacionadas con el bajo nivel nutricional, alcanzando rango de epidemias; los niños nacen con bajo peso, realidad que el Gobierno se empeña en ocultar manipulando las estadísticas, como la de la disminución de muertes por cada mil nacidos vivos. El poder adquisitivo del trabajador promedio se reduce drásticamente —es de un 25% si se le compara con el de la década de los 80—. La libreta de racionamiento no logra satisfacer más allá de un 30% las necesidades básicas de la población. Es en este marco que la situación de los jubilados y trabajadores sin calificación se hace dramática: sus pensiones y salarios van de los 90 a los 140 pesos, equivalentes a 3,45 y a 5,40 dólares al cambio respectivamente. Cuba ocupa, si no el primer puesto, unos de los lugares cimeros en cuanto a bajo nivel salarial en toda Latinoamérica y el Caribe anglófono.
A todas estas, los retirados de las Fuerzas Armadas y del MININT, en abierto estado de privilegio, se jubilan con el 80 o el 100% de sus salarios, devengados como promedio en los últimos cinco años de ejercicio. Por añadidura, como consecuencia de la legislación vigente, pueden trabajar con el 100% de sueldo en la plaza a ocupar posteriormente, casi siempre dentro del sector turístico o las tiendas recaudadoras de divisas, donde gozan de prioridad.
La sociedad cubana no ha llegado a alcanzar niveles de indigencia insoportables gracias a las remesas enviadas por el exilio, fundamentalmente el residente en los EE. UU. Los estimados oscilan entre 800 y 1000 millones de dólares por este concepto. De la situación de la comunidad en el exterior también se beneficia el régimen castrista a través de las visitas familiares en ambas direcciones, gravando con elevados precios en divisas los absurdos trámites migratorios a los que somete a los naturales de la Isla.
Entretanto la nación, abocada a subsistir al margen de la ley —una ley que castiga severamente la disidencia económica— se debate entre la espada y la pared. Baste señalar que en la actualidad la población penal ha crecido desmesuradamente: entre reclusos y aquellos que gozan de libertad condicional, la cifra se eleva a más de 100 mil personas, un 80% menores de 40 años. El por ciento mayoritario pertenece a sancionados por delitos relacionados con la economía.
De gris con pespuntes negros, la economía cubana entra al tercer milenio marcada por la incertidumbre. A esto último contribuyen dos factores convergentes en el tiempo: el azote del huracán Michelle y la recesión global que a partir del pasado 11 de septiembre ha comenzado a afectar a las naciones occidentales, de las que el régimen depende absolutamente. El sueño socialista se ha trocado en pesadilla en Cuba: el capitalismo de Estado, a lo Castro, obedece más que nunca al capital extranjero, al vilipendiado "neoliberalismo". Paradoja de paradojas.
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