| UBPC José Martí: Comunista y millonario |
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| por FABIO PRIETO LLORENTE |
Parte 1 / 2 |
A las cinco de la mañana me estaba comiendo un bisté de res con puré de malanga. Nada de qué asombrarse, los millonarios somos así porque nos da la gana. Rompemos reglas, violamos las cerraduras más estrechas y recibimos sonrisas de los dueños de las puertas. Todo el mundo nos quiere.
Después de empanzarme, tomé la fusta y con mi caballo árabe y rebelde, ensillado previamente por mis solícitos sirvientes, fui a cabalgar por mis dominios.
Los primeros rayos de sol alumbraban ya el paisaje, a lo lejos las lomas, mis lomas verdes y altas. Un poco más acá, el ancho bosque, mi bosque —soy fan al medio ambiente, mi bosque es mi orgullo—. Más cerca las flores silvestres, la pangola, la guinea, el pasto estrella. Encima de mí, el frondoso álamo de tantas sombras y amores.
Bajé del animal y me tendí, con los ojos cerrados, en la hierba. El rocío comenzó a humedecerme, di vueltas y vueltas, feliz, contento de esta vida. De pronto tropecé con una roca, abrí los ojos: mi pequeño hijo era la roca y su orine el rocío. Esta vez, sin dudas estaba despierto, terriblemente despierto.
Me tiré de la cama, tomé el café mezclado que con tantos sacrificios el Gobierno revolucionario nos garantiza para pocos días al mes. Para mi niño exprimí un limón en un vaso y agregué azúcar crudo... Era fin de mes.
Desperté al pequeño y comenzó el diálogo matutino de cada día. Cepíllate los dientes. "No hay pasta, papá". No te ensucies mucho la ropa de la escuela que no hay jabón. "Sí, papá". Pídele agua fría a la vecina para el desayuno. "¡Coño, papá!".
Al hablarle así recordé a la madre, ahora en un curso en la Escuela Superior del PCC Ñico López, en la capital. "El deber", pensé, y allá me fui, en mi destartalada bicicleta china, a cumplir con el mío.
Trabajo como médico veterinario en una Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC). Soy además el secretario del Partido en el centro. Honrado 100%. Creo que la gente me quiere por eso y porque me hago el de la vista gorda, especialmente, con el administrador, que es el más ladrón.
Cuando me reúno con los jefes de arriba, dicen: "Cuidemos lo que tenemos porque es nuestro". Quizás ellos tengan razón. Para mí esta relación de propiedad es compleja, algo superior, astrológico, muy espiritual y metafórico.
Si las vacas no me las puedo comer. La leche no me la puedo tomar. En la tierra tengo que hacer lo que diga el Estado, que es quien paga —muy poco, por cierto—, entonces, ¿cómo es que la UBPC es mía?
Esta situación la planteé en el núcleo hace poco: ¿Cómo es posible decirle a los trabajadores, "la leche es tuya", si no pueden tomarla?
—Porque la leche no es de nadie en específico, es de todos. En este momento no alcanza, la que obtenemos es sólo para los niños —respondió el ideológico.
— Mi hijo de 8 años no toma leche pura desde que nació —dijo.
— Sí ¿y si se enferma y hay que ingresarlo? Sabes mejor que nadie el bloqueo imperialista al que estamos sometidos por más de cuarenta años...
— Pero... en el hospital lo que dan, cuando dan, es leche en polvo.
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