Viernes, 30 noviembre 2001 Año II. Edición 247 IMAGENES PORTADA
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Nashville: Conversaciones con mi tía Tita

por WILLIAM LUIS  

Querida Titonga:

De los diez hijos que tuvo abuela y los tres hijastros que crió del primer matrimonio con abuelo, tú eres la menor y la única que aún permanece con nosotros. Por eso tu vida ha cobrado un sentido tal vez inesperado para ti pero muy necesario para todos nosotros. Has pasado a ser la cronista de la familia Santos del Río, nuestra consejera y vidente. Naciste el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, también conocido en la Regla de Ocha como Orula o Orúnmila y, por tanto, hay una relación entre ese orisha y mi querida tía. De este modo deseo celebrar el mes de tu cumpleaños.

Orula era hijo varón de Yemmu y Obatalá y después de nacer, su padre se percata de que no era hijo suyo. Lo llevó al monte y lo enterró hasta la cintura al pie de una ceiba. El castigo se debía a la traición de Ogún, quien tuvo relaciones ilícitas con Yemmu. Obatalá prometió matar a todos sus hijos varones. Eleguá fue testigo del castigo de Orula y se lo dijo a su madre Yemmu. Ella le rogó a Eleguá que cuidara a su hijo y le diera de comer. Yemmu y Obatalá tuvieron otro hijo, un negrito gracioso a quien llamaron Changó. Era tan lindo, que Obatalá se compadeció de él y decidió no castigarlo. Obatalá se lo entregó a su hija Dadá para que lo criara. Después de un tiempo, por conversaciones con su padre, Changó se enteró de lo que había acontecido con Ogún y por esa razón llegó a odiar a su hermano mayor. Por medio de Eleguá se dio cuenta de que Orula vivía y, con el permiso de su padre, Changó lo ayudó; tomó a Orula por los hombros y lo desenterró. Orula agradeció la ayuda que le brindó Changó pero no sabía cómo ganarse la vida. Changó, dueño del oráculo, tomó una rama de la ceiba e hizo un tablero y se lo dio a Orula para que consultara y ayudara a su prójimo. Las primeras palabras de Orula eran: "Maferefún Changó, maferefún Elegua, maferefún Obatalá, maferefún Olofi". Con la tabla de Ifá, Orula pasó a ser el orisha del oráculo.

Aunque tu vida no sigue los mismos pasos tomados por Orula, sin duda podemos ver una relación entre ese orisha y tu propia sabiduría. Observamos que en la santería Oshún y Yemayá son hermanas. Tú, hija de Yemayá, eras muy apegada a mi madre Petra, hija de Oshún, y cuando ella viajó a los Estados Unidos, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, tú y tu esposo, Lilo, la acompañaron un año después; y en esa nación, que después se convertiría en tu país adoptivo, al igual que de mi hermano y mío, también nacieron mis primos Eli y Philip. ¿Quién hubiera pensado en aquel momento que ese viaje sería un presagio de lo que sucedería con el exilio de la comunidad cubana casi dos décadas después? La continua situación actual de la política del Gobierno de la Isla, ha convertido a muchos de esos exiliados en inmigrantes como tú y, en cierta manera tú, de igual forma, has pasado a ser otra exiliada cubana.

Titonga, tu vida ha sido una bendición para todos nosotros. De los diez hijos de abuela, tu matrimonio con tus hijos fue el único de la familia que se mantuvo intacto y por tanto fue el más exitoso (mis padrinos Aralia y Domingo estuvieron juntos hasta la muerte pero nunca tuvieron hijos).

Viajaste de La Habana a Nueva York y después de muchos años renunciaste esa ciudad por otra que estuviera más cerca del ambiente y calor cubano. Sin embargo, tanto en un espacio geográfico como en el otro, siempre eras la misma, alegre, dulzona, amistosa y pachanguera, y compartías ese don con todos los que te rodeaban.

El que tuviera la fortuna de encontrarse a tu lado, se enriquecía con tu agradable personalidad y sentido de humor, requisitos necesarios para una sana y larga vida. Eres una de las estrellas brillantes del cielo, bendiciéndonos con tu luz. La vida te alimenta y enriqueces tanto a los amigos como a los envidiosos, a quienes desarmas con tu hermosa sonrisa. A pesar de tus años, sigues siendo la misma y nadie, ni siquiera el tiempo, te podrá cambiar. Eres como mi madre, una parte profunda y entrañable de mi ser.


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