Martes, 16 octubre 2001 Año II. Edición 214 IMAGENES PORTADA
Desde...
La Habana: El manisero se va

por MANUEL VáZQUEZ PORTAL  

En los primeros años de la década del noventa, Período Especial crudo y sin sazón, los maniseros se hicieron más famosos que en aquellos momentos en que Rita Montaner o Bola de Nieve pusieran en boga el pregón de Moisés Simons.

Vender maní en una esquina fue la tabla de salvación de muchas familias. El Período Especial extendía sus garras con la fiereza de un monstruo herido. La jama desaparecía. Los precios se disparaban. El jineteo crecía. En cualquier calle te degollaban por una bicicleta. La gente se fajaba hasta porque la brisa soplaba. En fin, el neoliberalismo socialista cubano daba sus primeros pasos. Un capitalismo de timbiriches y ventorrillos en los portales se instaló en el país.

Fue la época del surgimiento de las Paladares, las pizzerías caseras, los puestecitos de café, las carretillas de fritangas. El llamado trabajo por cuenta propia vino a equilibrar el desbalance entre los salarios y el costo de la vida.

El empleo más socorrido fue, por supuesto, el de vender maní. Cualquier negocito requiere de un capital mínimo y la gente en Cuba no andaba como para hacer inversiones. Salvar el estómago, lo que venía siendo salvar la vida, era el imperativo. Así que se declinaron títulos universitarios, vanidades sociales, defectos físicos y, sin muchos miramientos, un ejército de vendedores invadió la ciudad.

Como vender maní no requiere de especialización ni experiencia, ni mucho menos fortaleza, se lanzaron a la competencia coroneles y actores, doctores y licenciados, atletas y minusválidos, ancianos y señoritas. Era rara la esquina en la cual no se escuchara el conocido: "Vaya, calentico, maniiiiií, manisero". Como era rara también la cola en que la gente no sostuviera entre las manos un cucurucho y entretuviera las mandíbulas con el monótono crujir de los granitos.

Sin embargo, de hace un tiempo a esta parte, el enjambre de expendedores ha disminuido ostensiblemente. Y no es que las penurias económicas hayan decrecido en el país, ni que todo el mundo se haya exiliado o que hayamos alcanzado el desarrollo o que Estados Unidos haya suspendido el embargo. Lo que ocurre es que la gente se ha cansado de nadar y morir en la "shopping". Ganarse cuatro pesos voceando durante todo un día para luego gastarlos en un minuto no es cosa que estimule mucho.

Así que el manisero se va. Se va extinguiendo. Y realmente le vamos a echar de menos. Muchas veces, en las largas esperas del camello, en las colas de las policlínicas, en las angustiosas horas de apagón, nos acalló la gritería de las tripas. Y gracias a él no "cantamos el manisero".


Imprimir Imprimir Enviar Enviar

En esta sección

Isla de Pinos: el hambre como enigma
FABIO PRIETO LLORENTE
España: Demografía y nación
JOAQUíN ORDOQUI GARCíA
Miami: La Fuente equivocada
JORGE L. DE LA PAZ
Mendoza: Dios no tiene religión
EZEQUIEL PéREZ MARTíN
Cuba: Factura impagable
JORGE OLIVERA CASTILLO
La Habana: El índice Liborio
TANIA QUINTERO
Nashville: Conversaciones con mi tía Tita
WILLIAM LUIS
NOTICIERO
SOCIEDAD
ECONOMÍA
CULTURA
INTERNACIONAL
DEPORTE
MÚSICA
OPINIÓN
DESDE...
ENLACES
Chat
COLUMNISTAS
Cartas
BUSCADOR
Galeria
Art Nouveau
EDICIONES
» Actual
« Anterior
» Siguiente
Seleccionar
D:  
M:  
A:  
   
 
 
PORTADA ACTUAL NOSOTROS CONTACTO DERECHOS SUBIR
 
© 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana.