Martes, 16 octubre 2001 Año II. Edición 214 IMAGENES PORTADA
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La Habana: Guerreros discapacitados

por JORGE OLIVERA CASTILLO  

Pienso en el momento en que tendrían la fatalidad de ocupar una plaza en algunas de las prisiones que brotan en toda la Isla con ímpetu de flores en primavera. Un trío de correligionarios fueron gravados con tal desventura hace poco más de un año. El precio a pagar por sus actitudes desafiantes resultó astronómico.

En términos penales los aniversarios en "chirona" pueden sobrepasar el quinquenio. Para justificarlos sobran las mascaradas jurídicas. Vienen a mi mente el desacato, la no menos popular propaganda enemiga, el desorden público, la instigación a delinquir y, por supuesto, la peligrosidad social. La policía cuenta con generosos márgenes para encarcelar a presuntos o potenciales malhechores.

Sin embargo, una tropa de minusválidos defiende con lo que puede el derecho más importante de la especie humana: el de vivir.

Es muy posible que ahí radique su voluntad de resistencia. Así, el temor a las represalias es relegado como asunto secundario.

El motivo de la hostilidad policial comienza a partir del surgimiento espontáneo y creciente del vendedor ambulante representado por este sector que llega al período especial con el estigma de convertirse en candidato a la marginalidad absoluta, a causa de sus deficiencias físicas, que son un muro a duras penas franqueable. Que tengan amputada una pierna o ambas no los exime de la desconcertante brutalidad gubernamental.

He visto surcar el aire a un hombre carente de sus extremidades inferiores rumbo al asiento trasero de un auto de la policía por desobedecer la orden de abandonar sus primitivas actividades mercantiles.

También he quedado estupefacto ante la escena de un ciego zarandeado por varios gendarmes, que lo hacen rodar por el pavimento.

Para qué hablar de las habituales confiscaciones y de las estratosféricas multas.

Los incidentes descritos son sólo pequeñas estampas del arte de lo grotesco, enfundadas en la cotidianidad de la Habana Vieja y el municipio Playa, donde proliferan estos guerreros de la supervivencia.

Cifras conservadoras apuntan que alrededor de dos centenares de discapacitados tratan de procurarse el sustento por esta vía en ambas localidades.

El impenitente acoso ha unificado el pensamiento de las víctimas. Hoy por hoy son acerbos críticos del Gobierno. Una de sus defensas preferidas se traduce en denuncias a grito limpio que calan en la conciencia de los transeúntes.

Coros de "¡Abajo el comunismo!" y "¡Abajo Fidel!" retumban ya en las callejuelas con suficiente estridencia.

A pesar de los rigores del asedio, persisten, y es lógico. Si en Cuba nadie puede mantenerse con el salario promedio calculado en unos 200 pesos, equivalentes a 10 dólares, ellos explican que aceptar 6 o 7 en un empleo estatal acorde con sus maltrechas disponibilidades físicas, es una burla mayúscula.

Conscientes de su vulnerabilidad, no dudan al afirmar que, sin embargo, continuarán en sus habituales faenas.


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