Martes, 24 septiembre 2002 Año III. Edición 457 IMAGENES PORTADA
Deporte
El pelotero que nunca existió

¿Recibió alguna vez Fidel Castro una oferta para jugar en Grandes Ligas?
por ROGERIO MANZANO, New Jersey Parte 3 / 3

"Algún día —finalizaba—, cuando los yankis se decidan a coexistir con nuestra patria, que tendrán que hacerlo indudablemente, también los venceremos en béisbol, y entonces podrá comprobarse la superioridad del deporte revolucionario sobre el deporte explotado".

Después de este alegato, el béisbol cubano se sumergió en un extenso y complejo proceso de transformaciones estructurales que no ha cesado hasta el presente. Hoy, en Cuba, ningún pelotero puede firmar o jugar para un equipo profesional, a menos que el Gobierno decida lo contrario; quien no acate esta disposición queda automáticamente expulsado del deporte nacional y se le considera un traidor a la patria. Los beisbolistas de la mayor de las Antillas reciben un modesto salario y el INDER les expide una licencia deportiva para que se mantengan casi todo el año en competencias locales, provinciales o internacionales. A los miembros de la selección olímpica se les entrega un pequeño por ciento de su sueldo en dólares, y a menudo se les otorgan ciertas prebendas materiales, como autos o casas.

Para Fidel Castro esta inversión ha sido tan importante como la hecha en sus ejércitos de aire, mar y tierra, con la diferencia de que con este cuarto elemento sí se ha podido enfrentar a los yankis... y derrotarlos. En 1999, los Orioles de Baltimore se convirtieron en el primer equipo de Grandes Ligas en visitar La Habana después de cuatro décadas de embargo comercial. A puerta cerrada, él presenció y dirigió personalmente todo el entrenamiento previo al choque en el Estadio Latinoamericano. Aunque los criollos cayeron en el primer partido en la capital habanera, se desquitaron con una soberana paliza en Baltimore. A su regreso a casa, Fidel los recibió como si fueran los héroes de la Tercera Guerra Mundial.

Y es que cuando habla de béisbol, Castro es capaz de desbordar y mezclar todo el cúmulo de obsesiones incumplidas que siente por su deporte, y por la política. Por ejemplo, ante la derrota sufrida por Cuba frente a la selección norteamericana durante la discusión de la medalla de oro en Sydney 2000, se olvidó del convencionalismo oficialista de sus discursos y dejó escapar en catarsis total sus más profundas y frustradas pasiones:

"Volveremos y nos encontraremos con los profesionales —expresaba semanas después de la catástrofe en el Palacio de las Convenciones de La Habana—. Ojalá un día lleven el Dream Team, el team de sueño, qué se yo. Ojalá, porque nosotros tal vez hubiéramos ganado la medalla de oro un poco tristes, porque estábamos luchando con gente profesional, pero muchos de la Triple A, y será un honor más grande cuando hagan un Dream Team; que traigan el Dream Team con los jonroneros y todo lo mejor de las Grandes Ligas, que lo lleven a dondequiera, y ya veremos".

De acuerdo con la opinión de Roberto González Echevarría, en Fidel Castro se revela una conducta que no ha sido diferente a la de otros autócratas. "Los dictadores del siglo XX —señala— siempre utilizaron el deporte para sus fines políticos. Si recordamos, por ejemplo, a Hitler, trató de hacer prevalecer la supremacía de la raza aria en las Olimpiadas de 1939. En Cuba eso se refleja a partir de las Series Mundiales Amateurs de la década del 40, durante la presidencia de Batista, quien promovió, apoyó y controló todo el movimiento generado alrededor del béisbol en esa época".

"Realmente —concluye González Echevarría—, lo que existe con Fidel Castro no es más que una continuidad de ese proceso. Él creció en un momento en que la pelota cubana tuvo un enorme auge. Eran los años 30, y comenzaban las transmisiones radiales desde el estadio La Tropical, donde se desarrolló un movimiento amateur inclusive superior al profesional. De manera que esa relación directa entre dictadura y nacionalismo es la vertiente facistoide, exacerbada, en el caso particular de Fidel, a través del deporte y la pelota".

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