Martes, 24 septiembre 2002 Año III. Edición 457 IMAGENES PORTADA
Deporte
El pelotero que nunca existió

¿Recibió alguna vez Fidel Castro una oferta para jugar en Grandes Ligas?
por ROGERIO MANZANO, New Jersey Parte 2 / 3

Se sembraba la semilla de lo que luego sería su recurrente diplomacia beisbolera. De hecho, antes de que finalizara ese año 59, Castro regresó de nuevo al Stadium del Cerro para mostrarse públicamente en otra escaramuza de bolas y strikes. Esta vez fue durante la Serie Mundial de Ligas Menores, donde la escuadra de casa, los Havana Sugar Kings, disputaron el título en un sangriento final contra los Molineros de Minneapolis.

En coincidencia, fue también una lucha simbólica. Un equipo cubano contra otro norteamericano, casi como dos ejércitos a punto de destruir el planeta, y allí estaba Fidel Castro, ataviado con su tradicional uniforme verde olivo en la cueva de los Azucareros, el rostro analítico y la pose napoleónica para alentar el ultranacionalismo criollo.

Además, lanzó la primera bola en par de ocasiones y todo el tiempo sostuvo una actitud populista en favor de los Cañeros. Cuando se inauguró la Serie, por ejemplo, el precio de la botella de cerveza subió hasta treinta centavos. Al enterarse, Fidel ordenó que se rebajara a 25 en atención a los aficionados. Pero no fue ésta la única forma en que Castro apoyó a los Cubans. Tiempo atrás, en esa misma campaña y durante su visita a New York, recibió a Bobby Maduro, dueño del conjunto antillano, en el hotel donde se encontraba hospedado. Luego de aquella entrevista los Sugar Kings recibieron del Gobierno subsidios que ascendieron a más de 70.000 pesos.

Paradójicamente, estos acontecimientos no pasaron de ser más que simples rituales teórico-filosóficos; a poco, la tortilla beisbolera cubana sufrió la más sensacional voltereta de toda su historia. Castro, que había comenzado sus reformas políticas con sorpresivas intervenciones a las empresas capitalistas, terminó también por nacionalizar el juego americano.

El 14 de enero de 1962 se inauguraba la Primera Serie Nacional de Béisbol Aficionado en el también nacionalizado Stadium del Cerro. Eufórico y más dueño de la situación que nunca, Fidel tomó un bate y logró centrar cámaras y micrófonos sobre su persona en la ceremonia inaugural. Pero lo más interesante del suceso no fue el par de hits que bateó, sino el lanzamiento a la opinión pública de su plataforma beisbolera, signada por una intrínseca declaración del carácter socialista del deporte cubano.

"Como la tierra, la pelota ha vuelto al pueblo —publicaba Bohemia sus palabras de ese día—. Porque la pelota no es creación yanki. Los primeros habitantes de Cuba la jugaban con el nombre de Batos. También la tierra era de los aborígenes, y vinieron los conquistadores y se la quitaron. Luego vinieron los yankis y se la quitaron a los españoles. Y la tierra volvió al pueblo con la Revolución. Ahora también ha vuelto al pueblo".

Y agregaba: "Este es un triunfo de la pelota libre sobre la pelota esclava. Nuestros atletas han dejado de ser mercancía para convertirse en jugadores, símbolos de nuestro deporte y netamente aficionados, defendiendo los colores regionales y provinciales a través de los torneos convocados por el INDER, culminando en este campeonato con atletas salidos de todos los rincones de nuestra patria. Ahora sí es nacional".

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