Viernes, 03 mayo 2002 Año III. Edición 358 IMAGENES PORTADA
Música
La vida saxual

Paquito D'Rivera: erotismos e itinerarios de un clásico del jazz.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 1 / 2
Paquito D'Rivera
Miami, Café Nostalgia. D'Rivera en concierto

Nació en La Habana, el 4 de junio de 1948. Su primer profesor fue su propio padre, el saxofonista tenor Tito Rivera, y se declara homosaxual por su temprana e ininterrumpida relación con ese instrumento, aunque en realidad es bisaxual, como el mismo dice, ya que ha practicado un permanente concubinato con el clarinete. Estas dos formas de erotismo bucal lo convertirán, 30 o 40 años después de su nacimiento, en uno de los músicos más destacados del jazz.

A pesar de provenir de una tradición que suele privilegiar las capacidades improvisadoras de los instrumentistas, Paquito recibió desde pequeño un importante legado de su padre: la necesidad de estudiar música (teoría, solfeo, armonía, contrapunto, orquestación...) y la de practicar el saxo "26 horas diarias". Es decir, que estaba preparado para entrar en esa importante fauna que explica, en gran parte, la vitalidad de la música cubana: la de los músicos populares con una estricta formación profesional. Gracias a ello, no sólo fue el niño prodigio que a los 11 años deslumbraba por su calidad interpretativa con difíciles conciertos de clarinete, sino que a lo largo de su vida se convertirá en uno de los músicos más sobresalientes de nuestra escena, y no sólo jazzista. Porque otra característica de este señor es la variedad de sus intereses y su capacidad para apropiarse de músicas de las más diversas tradiciones.

En 1953 —sólo tenía 5 años— recibió su primer gran regalo: un saxo soprano especialmente fabricado para él por la casa Selmer (la más reputada en la fabricación de saxofones), de la que Tito era representante en Cuba. A pesar de que Paquito D'Rivera ha simultaneado diferentes maderas en su quehacer como instrumentista, no será el paterno tenor, ni el providencial soprano, sino el alto saxofón al cual más se dedicará y desde el que nos haría llegar su discreto virtuosismo, aunque a conjugado soprano y alto, lo cual no es habitual, ya que tienen afinaciones distintas (es más común encontrar intérpretes que intercambien soprano y tenor por tener ambos la misma afinación) e incluso el barítono.

En su libro autobiográfico Mi vida saxual, del que han sido extraídos muchos de los datos de esta semblanza, Paquito recuerda su primer gran encuentro con el jazz norteamericano de los años 30. Con motivo del estreno de un nuevo tocadiscos, Tito adquirió un LP que contenía las célebres grabaciones del concierto de Benny Goodman en el Carnegie Hall de New York, momento y lugar donde se presenta, por primera vez, el jazz en una sala de concierto y para un público blanco, grabación que continúa en la preferencia del artista. A partir de entonces, la relación del joven músico con el jazz sería casi ininterrumpida, aunque con coitos burocráticamente segados.

Aunque según testimonio de Paquito, su padre era un excelente tenorista, dejó su carrera profesional para dedicarse a preparar la de su hijo, en una extraña escuela que combinaba una férrea disciplina con tempranísimas incursiones en el mundo profesional. Una de las primeras fue, por cierto, con los famosos payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki, lo que puede dar una idea de la variedad en la formación del músico.

Antes de cumplir los diez años, el saxofonista actuaba profesionalmente en radio, televisión y presentaciones en vivo, hasta que en 1956 salió una ley prohibiendo el trabajo de menores en los medios de comunicación. Tito consiguió un contrato para su hijo en República Dominicana y ya lo tenemos, con sólo nueve años, en su primera gira internacional, en 1957. De allí pasó a Puerto Rico, donde no sólo actuó en un hotel con la orquesta de Mario Bauzá, sino que participó en un programa televisivo.

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