| Carta a la Cucarachita Martina |
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| por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona |
Parte 2 / 3 |
Y vamos a ver, vamos a ver, sin aneuritis óptica y sin hacernos los guillaos: ¿qué se puede comprar con un kiloprietocentavitochavo en ese país de maravillas heroicas que se parece a un caimán, y al que ahorita uno muy listo le vende el cuero para fabricar zapatos a los malos que odia? Pues creo que nada. Pero hagámonos los de los ojos verdes y la piel canela, en el supuesto reloj casio que se pudiera comprar algo, hija mía, insecta querida e infantil, ¿tú crees que alguien no alérgico al DDT como los de tu especie va a ponerse a comer de lo que pica el pello, y comprar polvos, en vez de que la mente le salte como un resorte para lo que se llama "la grasa", es decir, el aceite, la manteca y sucedáneos? ¿Qué te sucedeó con los sucedáneos? ¿Y los huevos, Martina, dónde me vas dejando el ovario? ¿Y el queso, caracha? ¿Y la lechita lechonga, Cúcara? ¿Ónde dejas la fibra, el fibromen, el fibrocemento que reclama, con sus húmedas manos, el cuatrero? ¿Vas a dejar la paila en vilo, llena de tumultuoso aire insomne y no tapiarla con tapioca, es decir, con carne extraída de cuadrúpedo legal o ilegal? ¿Para enharinarte la jeta? Ñinga. No me juega la lista con el billete. Hay un orden de prioridades. Y no sólo de ideología vive el hombre. Y el amor o las disfunciones sexuales son parte de ellas. Por muy ruina que anduviera tu Machu Picchu, primero hay que comer, vestir y saber tirar bien.
A lo hecho, pacho, que si decidiste acicalarte, camuflarte, embarajar lo de americana subrayando lo de periplaneca, sota de bastos, me basta. Porque ya ese esfuerzo por solucionar tus hormonas es humano, que a cualquier cucaracha se le muere un tío. Y hay que tener en cuenta que ya comprado el polvo de untar, de aplique y no de inhalación, sorteando a los alegres e innúmeros vendedores que llegarían a tu puerta venduteando hasta viento para chicharrones, es una proeza. Proeza causa te perdono andar como tú andas. Que a tu condición de aplastada y cilíndrica inquilina no deseada hay que sumarle cierto adefesio en tu constitución, a la que ni pegándole anexos estupiñanes se le cambiaba nada. En eso sí eras predecesora: tenías una constitución inamovible, y sin que nadie te firmara encima. Mirándolo bien, tu gorbachov era sinuoso, detestable, más estoico que perestroico, nada glasnot y con menos cintura que una grácil miembro del cuerpo de baile del ICRT en mi época. Y ahí viene la bola, no hagan olas.
No niego que, porque he visto casos peores con estos picarones ojos que se va a tragar la tierra, a pesar de tu malintención de hechura, tu pertenencia a fauna armada, y tu maquillaje barato, te pusieras en la puerta a hacer casting. Aunque, para que quedarme con las náuseas por dentro: apretaste, Tina. No te lo mando a decir con Nadia, que es rusa y tiene otro bisne. Más que casting para el himeneo, aplicaste el test ideológico, una especie de ideologing, un censo poco censual, que inhibe más que vivir en tierra firme, y así cualquiera se amilana. Te preguntan cuatro cosas íntimas y una valoración certera del libro de Afanasiev, y por más que te afanasiev en ello, no silvie y te amilanés de sobrecogimiento escolar.
Recordaré brevemente el modelo a rellenar que pusiste en práctica:
ACTO SEGUNDO: (el primero fue el hallazgo del baro para comprarte polvitos)
PERSONAJES: Un gallo, un pato, un caballo, un gato, un perro y así, sugestivamente, hasta llegar al inmundo roedor co-protagónico.
TEXTO (que es, por su brevedad, un textículo de Ariguanabo): ELLOS: "Cucarachita Martina, qué linda estás". TÚ: "Como no soy bonita, te lo agradezco más. ¿Te quieres casar conmigo?". TÚ: "¿Qué haces de noche?....".
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