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Carta a Jonathan Swift

por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona Parte 1 / 3

Gullivérico y jonjoin Johanatan Swift:

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Me acabo de enterar lo que quiere decir swift en inglés. Ja. Es devanadera, carrete, vencejo y lagartija. Qué cómico. Y también significa rápido, acelerado, veloz sin ramón. Y se puede entender, con un poco de bondad de nuestra parte, como ligero, pronto, andador, diligente y activo. Yo, que nací en un país algo swift pero más snif, que tiene diligentes muy activos, creí que si soft era flojo, y entonces swift sería duro. Y duro es strong o algún ruido así, como cuando se cierra la puerta de un trancazo. Duro es el snif en mi país. Porque todo lo que venga de su lenguaje, es malito, y se le dice ¡snof!. Y qué me dice si su apellido se convierte en verbo? Swifter —que suena a hermana, pero por parte de padre— es andarivel, tortor y obenque volante, con lo que me quedo más tranquilo.

Uno aprende mucho si abre el diccionario, que es de las pocas cosas que los cubanos podemos abrir sin que se arme un desparrame cerebral. Así que, ya en sabiendo lo que significaba su apellido, seguí con el impulso detrás de la pelota, con esta bolita que me sube y que me baja, y hallé que swill es emborracharse, embriagar; lo que cualquier nativo de Puerto Padre traduce como ajumarse, o creer que La Luz de Yara es de neón. Con tanto líquido en el cuerpo, para mí que esa luz es de meón, y lleva amoníaco. Por otra parte, swig es beber y también aballestar, como si Guillermo Tell se bebiera su aparato, repitiera y pusiera camarones. Y swim es nadar, pasar a nado y eso ya lo conozco un poco más. Porque nosotros, cuando ya no hay swing, usamos el swim, y de la nada se nada. Pero dejemos de aletear, remar, dar palos de ciego de Ávila, y avilemos el tema, que el tiempo es ara, no pedernal. Quiero decir que le entremos al asado, con escala irlandesa, que pocos saben que usted era medio de por allí. Otra isla, y eso nos hace de un pájaro las dos alas.

Vamos a ubicarnos laboralmente, que, cuando uno tiene cierta ubicación, fundamentalmente laboral, siempre se destarra menos. Se lo digo porque me siento yo tan desterrado de mi país o Isla como le pasó al Lemuel Gulliver de las historias suyas. Y con la educación, ya le digo aunque sea laboral, se anda con laboral muy alta. Que los inborales son una vergüenza ajena. Pues ya estamos. Y seguro usted se pone muy irlandés y contento si le confieso que a mí los viajes de Gulliver me gustaron mucho. Al cubano le encantan los viajes, aunque sean de Gulliver. Porque Gulliver para creer. De modo y manera que ya, como estoy lubricado en el tema, haré pompas con su obra, aunque sean de jabón. O fúnebres, que nadie sabe lo ubricado que está hasta que le dejan la teta disponible. Y ya volví a enredarme.

No imagina el impacto que sentí al leerme Gulliver en el país de los enanos, que en realidad se llama Viaje a Liliput, pero con ese título no se dice nada. No tiene enganche, no mete mano y prende, no le hace cuchi cuchi a la imaginación para que uno prepare el ostión cerebral presagiando lo que viene. Y lo que viene es mucho. Todos hemos soñado vivir entre enanos. Y hay veces que hasta lo hacemos realidad, si no, que venga alguien a convencerme que aquella famosa y cacareada anécdota de Mariana Grajales con el fiñeco de la casa no huele a eso, con lo que le dijo de: "¡Y tú, empínate...!". Fíjese si creemos que los que nos rodean son Sábados Cortos y nosotros Plácidos Domingos, que miramos al resto con cierta displicencia, como cogiendo puntería cuando se va a orinar. Hay uno sobre todo que me parte de la risa, porque se pone a hablarle al pueblo igualito que Gulliver a los liliputienses. Los regaña, los cujea, les mete estrellones, los tilda de culpables, les mete miedo en el cuerpo cuando lo que el cuerpo necesita es vitamina y mucho relax, pelo suelto y carretera. En ese primer libro los enanitos de sus dos Islas estaban fajados por un lío ahí de por dónde romper el huevo, es decir, un simple problema de método, un desacuerdo de sistema. En el Liliput donde nací, los de una sola isla se fajan porque aparezca el huevo para romperlo como les salga del método y culpan al sistema, que niega a su vez que exista desacuerdo, así que por ahí vamos de irlandeses.

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