Laura Ramos es el rostro más joven del mundo de las artes escénicas y del cine en Cuba. Graduada de la Escuela Nacional de Arte en 1997, tiene ya en su haber cuatro películas y tres puestas en escena. Irrumpió en el teatro de forma imponente con su Electra Garrigó, en la puesta en escena del gran maestro de la dramaturgia cubana, Roberto Blanco ("...tú le veías la pasión por lo que hacía, más que la pasión, el amor. Es un hombre increíble.") Luego la llaman para trabajar con Jerôme Savary en El gentil burgués hombre, una superproducción francesa, en donde descubrió, entre otras cosas, que "el público se reía con lo que hacía, yo que estaba convencida que para comedia no servía". Llegado este momento empieza el cine para ella. Fernando Colomo vio su trabajo en el teatro y la llamó para hacer Cuarteto de la Habana, una producción española. Se dijo entonces: "no voy a ser pretenciosa, no me voy a proponer el gran personaje". Laura viene con la película a España, la ve José Luis García Sánchez y la toma para su próximo film, que se rodaría un año más tarde: Adiós con el corazón. Regresa a Cuba y rueda con Pastor Vega Las profecías de Amanda y unos meses después Operación Fangio, del director argentino Alberto Lechi. Durante el verano pasado se estrenó en Madrid Adiós con el corazón y desde mediados de noviembre hasta finales de diciembre, Laura estuvo en la cartelera del teatro de las salas alternativas de esta ciudad con la obra Los viernes del hotel Luna Caribe, del dramaturgo español Alberto de Casso, que ganó la pasada edición del Premio Lope de Vega y fue llevada a escena por Fermín Cabal.
¿Cómo te sientes con esta obra que acabas de terminar, que sería tu primera puesta en la escena teatral española?
A mí la obra me gusta, además tengo un personaje muy bueno, al que se le puede sacar mucho, tiene fuerza. Creo que a pesar de ser la historia de unas cubanas que llegan engañadas y luego se encuentran con una realidad muy distinta —algo que tiene el riesgo de ser tratado de manera estereotipada—, está bien contada. Luego tiene esto del baile, la música... Tienes trabajo, ¿entiendes? También el referente para mí era muy cercano, incluso hay escenas que se desarrollan en Cuba, esto me hizo las cosas, no digamos fáciles, prefiero decir tangibles. Y creo que ha gustado, al menos no ha faltado público.
Para ti, ¿qué limitaciones padece un actor para encontrar un espacio de trabajo en Madrid?
Muchas, es muy difícil. Primero está el acento, esa es la limitación todopoderosa, porque entonces sólo te buscan para personajes venezolanos, dominicanos, etc. Luego, el tema de los estereotipos: cubana-mulata-salsosa. Ahí las tengo negras. Por eso tengo planes de trabajar con el acento de aquí, para tener más opciones. Pero bueno, por otro lado, uno tiene muy buena formación y, en mi caso, la experiencia me da mucha seguridad. Finalmente está el deseo este, tremendo, de trabajar.
A propósito de la formación, en tu caso, la recibida en la Escuela de Teatro: ¿En qué medida sientes que te ayuda?
A mí la escuela me ha servido muchísimo, lo que pasa es que luego no trabajas con un único sistema, de todas las cosas que has aprendido vas escogiendo. Aprendí cosas importantes, como la disciplina, el respeto por el teatro y el trabajo del actor, que para mí son fundamentales. Quizás por eso empecé a trabajar tan joven y con una actitud tan profesional, algo que me ayuda mucho porque cada vez tienes que superarte más, sola o con el director, pero la mayoría de las veces sola.
