Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Entrevista
Double Play

Del béisbol a la literatura y viceversa: una conversación con el profesor y crítico literario Roberto González Echevarría, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Columbia.
  Parte 3 / 5

En eso andaba cuando un día alguien le sopló a uno de los editores del New York Times Books Review —donde yo escribía con cierta frecuencia— que yo tenía debilidad por la pelota, aunque me dedicara sobre todo a temas literarios. Me pidieron que reseñara un libro muy serio sobre la historia del béisbol americano, y por supuesto lo hice. Incluí un par de anécdotas sobre mi niñez y adolescencia en Cuba, y de pronto me empezaron a llegar ofertas de editoriales para que escribiera sobre la historia de la pelota en la Isla. Yo no estaba muy seguro si debía hacerlo, porque hay que emplear bien el tiempo, sobre todo cuando uno va llegando a cierta edad. Pero bueno, sucumbí a la tentación. Y comencé a hacerlo en la Oxford University Press, que es una editorial de mucho prestigio académico. Eso me salvaba un poco la honrilla de ser profesor de Yale, que fuera la Oxford. Me ofrecieron un contrato y comencé a escribir haciendo investigaciones en la biblioteca de Yale, que tiene una colección cubana extraordinaria, una de las mejores del mundo, y también en la biblioteca pública de Nueva York. Aprovechaba además cada viaje a dar conferencias por ahí para entrevistar a peloteros viejos, cubanos o norteamericanos, que hubieran jugado en Cuba. Así entreviste a Rodolfo Fernández, a José Valdivieso, a Fermín Guerra, en fin, a muchísimos. Ellos me iban indicando qué pistas debía seguir. Me tuve que hacer experto en la Liga Mexicana, porque la Liga Mexicana tuvo un impacto tremendo en la década del 40 en Cuba y así sucesivamente.

Pero el momento yo diría de epifanía fue cuando me di cuenta que el béisbol y la literatura habían tenido una relación intima en el siglo XIX, en el momento del auge del modernismo. El béisbol, la literatura y el danzón; o sea, la primera música que se define ya como cubana. Es decir que la música, el béisbol y la literatura estaban unidos en el inicio, en el momento de la fundación de la nacionalidad. Un período entre la Guerra de los Diez Años y la de Independencia. Eso me decidió a pensar que era un libro que estaba hecho para mí. Y seguí investigando y escribiendo.

Esto coincidió con un período muy doloroso de mi vida, porque mi hijo menor —a quien el libro está dedicado— murió de cáncer a los veintidós años. En esa época también jugué en una liga para ambientarme en la pelota, una liga para hombres mayores de treinta, bastante fuerte y organizada. Para mí fue un gran placer volver a pisar un terreno. Date cuenta que todavía a mis cincuenta años podía jugar y defenderme, no hacer un papelazo. Bateé más o menos 270, algo decente en una liga donde los hombre de 31 años lo que tiran es candela. Eso contribuyó a darle al libro una sensación vital, de algo que estaba yo viviendo y sintiendo. Porque hasta que tú no ves un fly en pelota, la altura que coge un fly y como el cuerpo te lleva a cogerlo, no te das cuenta de la belleza de este deporte. O cuando le das a una bola en el mismo centro, que ni la sientes en el bate... Yo quería tener esa sensación, y hablé con los peloteros. Yo soy un fanático nostálgico, todavía soy habanista. No me he podido identificar con ningún equipo de Grandes Ligas. Voy a los juegos de los Yankees, del Boston, de los Mets, sobre todo sigo a los peloteros cubanos, pero no he podido hacerme fanático de ningún equipo.

En la trayectoria del libro encontré otras afinidades con la literatura y con la música de los años veinte. Porque hay que ver que el auge de la pelota en Cuba en los años veinte, coincide con el movimiento afrocubano, y en la pelota en Cuba de esos momentos hay grandes peloteros negros. También coincide con el auge de la música cubana en el mundo, con el son y el Trío Matamoros... Hay una confluencia de elementos culturales, que es lo que explica el porqué del arraigo del béisbol en Cuba. El béisbol se funde a la nacionalidad en el momento en que esta está siendo creada en la guerra de independencia. No hay nada comparable ni siquiera en los Estados Unidos. Es como si los Founding Fathers norteamericanos hubieran jugado pelota. En Cuba pasó así, había equipos en Cayo Hueso que recaudaban fondos para la independencia, y como todo el mundo sabe, muchísimos peloteros se fueron a la manigua y perdieron la tierra. Saborín, uno de los fundadores de la pelota en Cuba, miembro del ejercito de La Habana, murió en la cárcel de Ceuta, adonde lo mandaron por conspirar.

Béisbol, literatura y música como pilares de la nacionalidad. Los tres han sido severamente dañados por el régimen: En béisbol, tantas arbitrariedades, modelos de torneos, tipos de pelotas y de bates, han destrozado las estadísticas y el interés; en literatura se dice que no hay papel, las instituciones controlan lo que se publica y lo que no apostadas en la atalaya de la ideología, y en música, tras años de sequía, sin discográficas ni infraestructura, ahora es que se ha abierto una brecha llamada Buena Vista Social Club. Estos tres elementos son sin duda un buen termómetro para medir el estado de la nación cubana. ¿Se está saliendo de la crisis?

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