Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Entrevista
'Europa debe darle a la disidencia la legitimidad que le corresponde'

Tras ser expulsado de la Isla, el Secretario General del Centro Internacional Liberal Sueco, Erik Jennische, reflexiona en torno a su estancia en La Habana.
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Erik Jennische

Secretario General del Centro Internacional Liberal Sueco, Erik Jennische fue recluido en las celdas del Departamento de Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior —en Nuevo Vedado, La Habana— la noche del 30 de octubre pasado. Un día después era expulsado del país. Según el joven político, que ya había visitado la Isla en varias oportunidades, la relativa tolerancia del Gobierno de Fidel Castro para con los visitantes extranjeros, a los cuales ya no puede presionar arbitrariamente por que se reúnan con la disidencia interna, "es algo que debemos usar para contribuir de alguna manera a lograr la democracia en Cuba".

¿Qué motivó su visita a Cuba?

Fui para informarme sobre la situación actual del trabajo del movimiento democrático, sobre el Proyecto Varela, el estado de la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada, la nueva Asamblea para Promover la Sociedad Civil, etcétera. Me encontré con mucha gente de la Mesa de Reflexión y también del movimiento de Bibliotecas Independientes. Tenía pensado quedarme hasta el sábado y me detuvieron el miércoles 30 de octubre, como a las siete de la noche, en plena calle, justo cuando me dirigía a entrevistar al periodista independiente Manuel David Orrio. Había comprado tres boletos para el día siguiente —para mí y los líderes opositores Manuel Cuesta Morúa y Fernando Sánchez— con destino a Matanzas. Quería ir a esa ciudad a conocer las delegaciones de varios partidos disidentes, y había tenido que ofrecer mi nombre para comprar el boleto. Cinco o diez minutos después me agarraron.

¿A dónde le condujeron?

Me llevaron a una especie de cárcel para extranjeros que tienen problemas con Inmigración. Había muchos emigrantes; gente con documentos ilegales, falsos. Personas que habían intentado pasar por Cuba para llegar a Estados Unidos, México u otros países. Había gente de todo el mundo, de República Dominicana, de Irak, de Ecuador, de Colombia, de Siria, de China. La policía revisó todo mi equipaje, sacó fotocopias de todos mis documentos, aunque para mí eso no es ningún problema —todo lo que yo tenía era público, todo oficial, no hago nada a escondidas—. Sacaron fotocopias de un montón de artículos, de los teléfonos del economista Oscar Espinosa Chepe y de su esposa Miriam Leiva, también de varios documentos de los partidos liberales y de las Bibliotecas Independientes. No querían devolverme mi libro de apuntes, pero insistí y me lo restituyeron.

Este sitio está ubicado en Nuevo Vedado. Las condiciones son bastante correctas, buenas, mucho mejores de lo que me imaginaba. Había colchones, sábanas que no estaban sucias, luz, agua fría. Lo interesante de esta cárcel es que en ella uno come tres veces al día, incluso postre, y hay agua fría y caliente todo el tiempo. Lo considero importante porque sé muy bien que los cubanos de a pie no disfrutan de esta clase de facilidades. Todo ello, supongo, para mostrar a los extranjeros que en Cuba no hay tanta hambre, tanta escasez.

Encima, los policías que me interrogaban me trataron con mucho respeto, me hablaron en tono cuidadoso, fueron muy amables. Luego, intentaron hacerme preguntas difíciles, que yo no pudiera responder, procuraron hacerme mentir. Es lo que siempre intentan.

¿Qué clase de preguntas difíciles?

Yo tenía, por ejemplo, varios documentos sobre el Proyecto Varela. Me mostraron esos documentos diciendo que eran ilegales, aunque de hecho el Proyecto es legal, se basa en la Constitución misma, no puede ser ilegal. Ellos, obviamente, sabían que el Proyecto es legal, pero intentaban ponerme inseguro, nervioso.

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