Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Entrevista
Double Play

Del béisbol a la literatura y viceversa: una conversación con el profesor y crítico literario Roberto González Echevarría, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Columbia.
  Parte 4 / 5

Son un buen termómetro, pero no creo que se esté saliendo de la crisis. Yo pienso que de esta crisis no se puede salir gradualmente, sino que tiene que haber un cambio radical. Además, estas diferentes manifestaciones de la cultura no permanecen unidas para siempre, hay una evolución. Los orígenes determinan pero no eternamente, no se perpetúan. Por ejemplo en los años 40 y 50 todavía había vínculos entre la música y la pelota; los músicos de la Sonora Matancera, antes de irse para el show de Tropicana, iban al estadio a ver pelota, y eran amigos de los peloteros. Era como la farándula y la pelota aproximadas, eran mundos entre los que había una gran porosidad. Eso ya no es posible en el tipo de béisbol institucionalizado que se juega hoy en Cuba.

Hablando específicamente de béisbol, en los Estados Unidos no siempre ha evolucionado de una forma buena, y sin embargo ha tenido una gran influencia en la Isla, algo que por otra parte tal vez sea inevitable. El béisbol táctico cubano, típicamente cubano, que duró quizás hasta los años 60, ha cedido terreno ante el béisbol del batazo largo, el béisbol espectáculo, donde un Mark McGwire puede dar una cifra verdaderamente inverosímil de jonrones. Esto indica que algo ha cambiado por razones sobre las que sería muy largo opinar. Yo creo que ha cambiado, entre otras cosas, porque la pelota bota más. Por ejemplo un Barry Bonds, a quien he visto en el camerino de los Gigantes y por cierto tiene unas piernas muy finas y un torso enorme —uno sospecha cómo ha llegado a tener esa complexión—, cuando empezó era un hombre delgado que corría mucho, un tipo de jugador totalmente diferente del que es hoy.

Otro elemento de este desarrollo del béisbol espectáculo es un tipo de fanático que no sabe mucho y lo que quiere es ver un jonrón. Y hay que llenar los estadios de fanáticos. Yo voy a un juego y desde la cabina de televisión puedo seguir cada lanzamiento, saber si es una curva, un cambio o una recta, y me pongo a pensar en lo próximo que van a tirar; sin embargo la gente en el estadio no piensa en eso, piensa en ver un jonrón. Eso ha influido en Cuba también porque, según veo y leo, ahora se quiere que un segunda base que pesa 150 kilos batee jonrones.

Las estrategias del toque de bola y del hit and run también se han perdido un poco en Cuba. La pelota cubana siguió siendo muy estratégica aun cuando la pelota americana comenzó a cambiar. Había cierto esnobismo antijonrón en la Tropical, por ejemplo, en los años 30 y 40 —éste era un estadio en el que para dar un jonrón había que dar un palo enorme— porque se pensaba que no era de un béisbol táctico.

Hace poco la revista Temas, de La Habana, publicó un capítulo de tu libro, por supuesto el capítulo menos crítico hacia el castrismo. Esto es algo cada vez más a frecuente en la Cuba oficialista, descontextualizar los textos para dar una apariencia de libertad. Hay muchos autores que acceden a esto, otros que están en contra, y hay otros a los que ni siquiera se les pregunta. ¿Cómo fue tu caso, te pidieron permiso, qué piensas de este fenómeno?

Yo estoy a favor de la cultura cubana en cualquiera de sus manifestaciones. He publicado en los últimos años en Casas de las Américas, Unión y La Gaceta de Cuba.

El artículo de Temas me lo pidió el director de la revista para un número dedicado a la República. Yo le dije que no tenía nada que ofrecerle, excepto un fragmento del libro; a él le pareció "perfecto", me lo publicó y me aseguró que fue muy leído, y que incluso hubo apreciaciones de grupos de estudio que lo comentaron. De eso me enorgullezco, porque a pesar de todo tengo lectores en Cuba. No me le cambiaron ninguna palabra y la traducción, por cierto, es bastante buena.

Por supuesto no es el capítulo sobre la pelota cubana después de la revolución, que es el crítico; aunque no uniformemente crítico, pues hay cosas que alabar. Yo creo que es contraproducente esa especie de fundamentalismo de negarse a publicar en Cuba; es hacerse reflejo del fundamentalismo que impera en la Isla. Así que estoy dispuesto a aparecer en esas revistas. También cuando me propusieron publicar un ensayo sobre Rómulo Gallegos en Casa de las Américas estuve conforme.

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