| Juegos descafeinados |
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| La 'I Olimpiada del Deporte Cubano' tiene lugar en La Habana... sin penas ni glorias. |
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| por IVáN GARCíA, La Habana |
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Parecen topes de entrenamiento, pero con público. No hay calor ni color. La motivación de los atletas y fanáticos de estos juegos múltiples, paralelos a los Centroamericanos que se efectúan en El Salvador, está por debajo de cero.
Y es que no hay manera de que estas competencias —idea original de Fidel Castro— inviten a los deportistas a ponerse el mono de trabajo y entregarse en la cancha. No es fácil. Salen al escenario de forma diplomática, y de manera ramplona juegan para cumplir con el calendario.
Se compite en 33 disciplinas con tres equipos: Occidentales, Centrales y Orientales. En las pantallas de la televisión las gradas parecen abarrotadas. Y no es trucaje ni ilusión óptica: La solución de Castro fue trasladar a los estadios y recintos deportivos a miles de alumnos de la enseñanza media.
Después de todo, "es preferible ver una aburrida competencia de clavado que escuchar durante 45 minutos una clase de historia de la revolución cubana", dice Yaíma, 14 años, estudiante de noveno grado en una secundaria habanera. Como ella, miles de jóvenes han sido movilizados diariamente por la gubernamental federación estudiantil para darle "sabor" a una lid sin sazón, pomposamente llamada "I Olimpiada del Deporte Cubano".
Lo peor es que este derroche de talento y dinero de las arcas estatales se piensa implementar cada dos años. "Puro voluntarismo. Todo en Cuba se dirige como si fuese una finca particular", señala Estela, 67 años, ama de casa.
La "Olimpiada" no tiene el más mínimo interés estadístico o de récord para el verdadero fanático. Mera forma. Los amantes al deporte no la siguen. Incluso el béisbol, que en la Isla es pasión —la gente suele detenerse hasta por un juego de manigua—, no ha despertado la ilusión de los aficionados de las bolas y los strikes.
Peloteros cansados, luego de competir un año entero, salen a la grama con los dientes apretados y trotan desganados sobre el césped del Estadio del Cerro para cumplir la rutina de jugar nueve entradas.
Hay poco que resaltar en el orden informativo. Los medios oficiales de la Isla —surrealistas y habituados al ejercicio virtual—, en contra de la lógica más elemental, dedican enormes espacios a los juegos. Ya se sabe que la prensa está bajo la égida de Fidel Castro y sus periodistas no están para crear u opinar: son amanuenses.
Lo que ocurre en Cuba en el plano deportivo, en estos primeros días del último mes del año, es puro circo. Los descafeinados juegos terminan el 8 de diciembre. A partir del 15, los fanáticos empezarán a calentar motores, pues comienza la 42 temporada del béisbol local.
Ya eso es otra cosa. Pese a la escasez de comida y de dinero, de unas navidades sin pavo, sidra y turrones, miles de aficionados se desplazarán a los estadios de béisbol. Allí, durante tres horas, podrán olvidar que la vida no es precisamente bella.
Cuando hay entrega, el deporte todo lo puede. Si no, ocurre como está sucediendo con estas mal llamadas "olimpiadas": una relación de sexo sin amor.
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