Jueves, 05 diciembre 2002 Año III. Edición 509 IMAGENES PORTADA
Deporte
Béisbol: El Bárbaro del madero

por IVáN GARCíA, La Habana  
Copa Intercontinental
La Habana, Copa Intercontinental. El chino, el árbitro y
el Bárbaro

Es casi una máquina perfecta de bateo. Impresiona cuando llega al home con sus 6,2 pies de estatura, sus más de 100 kilos de peso y su swing acelerado. Se llama Bárbaro Cañizares y lleva en el dorsal el número 65.

Hace 27 años nació en el reparto Casino Deportivo, en la barriada del Cerro, La Habana. Tiene la pinta de un alero de basket. Y es que tenía todas las papeletas para ser baloncestista. Su padre, Rafael Cañizares, fue un buen jugador e integró la selección nacional de baloncesto en la década del sesenta. Su hermana Yamila, mulata hermosa y de una puntería mortal desde más allá de los 6,25, vistió la camiseta del equipo cubano de basket para mujeres en los años ochenta.

Por tanto, el pequeño Bárbaro dio sus primeros pasos en el deporte tirando a una cesta. Pero sucede que en Cuba los varones, antes de escoger profesión, juegan pelota. Y como todo fiñe, El Caña pasó horas en los pitenes de barrio. En las cuatro esquinas y la chapita, ese béisbol cien por ciento habanero que por bate tiene un palo de escoba y por pelota chapitas de refresco.

Ingresó en una escuela deportiva como pelotero. Y dio la talla. Allá por el año 1992 integró el equipo juvenil de Ciudad Habana. Recuerdo un inolvidable duelo con un pitcher derecho de Isla de la Juventud que diez años después brilló en la Gran Carpa. Era Liván Hernández, con unas cuantas libras de menos.

Fue un patético juego en una mañana gris y, por cierto, ganó Liván, pero el Bárbaro del Cerro le pegó un batazo violento por el jardín izquierdo. El jonrón se perdió en las alturas y fue a caer en el techo de un ómnibus en la calle Vía Blanca. Ocurrió en el terreno número uno de la Ciudad Deportiva, cuando ambos se iniciaban como peloteros y luchaban por abrirse paso.

Ese año Cañizares integró la selección juvenil nacional que se coronó campeona en México 92. Dos años después debutó con la franela de Industriales, pero tuvo poca participación. Un legendario pelotero y excelente bateador, Pedro Medina, suspiraba por Cañizares. Medina, a la sazón director de la mítica novena, decía: "Bárbaro puede llegar adonde se lo proponga, pero eso depende de él". Cañizares tenía varios puntos en contra. Jugaba la pelota con una frialdad desesperante.

Como receptor es pésimo. Si le salen diez hombres al robo de la segunda base le llegan ocho. Comete infinidad de "pasboles" y en el corrido de las bases es más lento que un tractor. En no pocas ocasiones se ganó la rechifla del respetable en las colmadas gradas del Estadio del Cerro. Parecía que iba a ser la eterna esperanza.

Hasta que recaló en ese equipo luchador y simpático que es Metropolitanos, segunda novena de la capital. Y con el juego diario empezó a hacer su historia. Dos temporadas promediando por encima de 340 y conectando más de 23 dobles y 15 jonrones, remolcando carreras decisivas y, sobre todo, dando líneas feroces hacia todos los ángulos del terreno.

Y se produjo la resurrección. Este año volvió a los azules de Industriales. Bateó 327 con 11 vuelacercas. Y en la Superliga promedió 375. Se ganó un puesto en la preselección, pero sin grandes pretensiones. En su posición, la receptoría, abundan los hombres inteligentes y de buen mascoteo, como Ariel Pestano, Roger Machado y Eriel Sánchez.

Mas la suerte es saber aprovechar las oportunidades, y éstas se le dieron en la Copa de las Américas, en México. El Caña no desaprovechó el chance. Fue quinto palo y bateó para 500, con diez carreras fletadas. Luego, en el tope de dos partidos con el equipo profesional japonés Dragones de Chunichi, bateó de 7-5 con dos dobletes, un jonrón y siete impulsadas.

En la Copa Intercontinental que recientemente finalizó en la Isla, Bárbaro estuvo incontenible —en la primera etapa bateó para 444, con 3 jonrones inmensos y 9 hombres traídos para el plato—. Y ahora mismo es un hombre imprescindible en la novena cubana. Su sistema de bateo es impecable. Tiene tacto y fuerza. Conecta hacia todos los ángulos con violencia brutal. Además, posee un excelente pensamiento táctico.

En el primer juego que Cuba sostuvo con Japón en la Intercontinental, el pitcher zurdo de los asiáticos, Yamakita, le había trabajado con rectas bajas de 90 millas y en la esquina de afuera de la zona de strike, para luego cerrarlo con bolas de rompimiento hacia adentro. En la parte final del noveno acto, con el partido empatado a 7, Cañizares —consciente de que el nipón le abriría con recta por la zona— se preparó. Al primer envío descargó toda su fuerza y puso a viajar la esférica a más de 450 pies del plato, por el jardín central.

Hoy por hoy, Bárbaro Cañizares es quizás el bateador más técnico del béisbol nacional. Su madurez deportiva tardó, pero llegó. ¡Y con qué fuerza!


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