Jueves, 05 diciembre 2002 Año III. Edición 509 IMAGENES PORTADA
Deporte
Sotomayor: por fin era cierto

La Federación Cubana de Atletismo admite la suspensión del ya retirado plusmarquista mundial de salto de altura.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana  
Sotomayor

La noticia está en la calle, pero no porque la haya dado la prensa oficialista: Javier Sotomayor, superdotado por la naturaleza para elevar cada vez más la altura de la varilla sobre la cual puede saltar un ser humano, se ha quedado definitivamente sin gloria. Las autoridades deportivas cubanas han reconocido, al fin, que compitió dopado.

En lo personal, el gran atleta que fue ya no podrá contar a sus hijos y nietos sus días felices sin la conciencia pesarosa de que tarde o temprano ellos también conocerán la verdad, a ellos también les golpeará el coletazo de la vergüenza. Cambió la leyenda de los 2,45 metros por su adicción a las drogas.

La primera acusación de que el campeón indiscutible del salto alto mundial había consumido sustancias prohibidas para un atleta en competencia surgió del laboratorio antidoping de Winnipeg, Canadá, en los Juegos Panamericanos de 1999. Allí las autoridades deportivas cubanas no sólo salieron en defensa del deportista, cosa bastante acostumbrada, sino que politizaron el asunto hasta el delirio.

Se rasgaron las vestiduras negando que el plusmarquista, abanderado de la delegación isleña a los Juegos, tuviera algo que ver con sustancias prohibidas, nada menos que con cocaína.

Las más solemnes personalidades del movimiento deportivo nacional juraron y perjuraron: todo no era más que una monumental patraña, una injuria, una conjura de los enemigos de siempre de la revolución y de Cuba: "la mafia cubano-americana", la CIA, el Imperialismo... Fueron días de dignidad afrentada, de ofensa personal que estuvieron lavando, sino con sangre, con prensa, radio y televisión, para desgracia de nuestros pobres ojos y oídos. Los cubanos tuvimos que estar pendientes del arribo del atleta injuriado a la patria, de su recibimiento por las personalidades políticas y los vecinos de la cuadra y el Comité de Defensa de la Revolución, de los actos de desagravio. Todo llevado al acostumbrado exceso.

Del tiro las autoridades adquirieron para Cuba —país pobre como pocos— un laboratorio antidoping. Para nosotros solitos, para que no nos hicieran más trampas, para no tener que confiar en nadie.

La pregunta que flota en el ambiente es: ¿Qué va a decir ahora el Gobierno?

Si las autoridades deportivas cubanas, que no son más que un brazo del liderazgo político, hubieran asumido una actitud un poco más modesta y racional, ahora —o más bien antes— la noticia habría sido no otra que el reconocimiento de que, efectivamente, el insigne atleta había consumido la sustancia de marras y era culpable de lo que se le acusaba; cosa bastante penosa, pero que no lo convertía en el primero ni el último de los grandes que cae de su pedestal por problemas análogos.

La aceptación oficial de Cuba —remitida a la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF)— se precipitó con la visita al país del presidente del Comité Olímpico Internacional, el belga Jacques Rogge, y la cercanía de las Primeras Olimpiadas Nacionales que haya protagonizado país alguno en la era moderna. Ahí estarán nuestros ex campeones olímpicos, como corresponde a las ocasiones solemnes, dispuestos a colgar una medalla o a estrechar la mano de las personalidades políticas y deportivas visitantes. Ana Fidelia Quirot, Teófilo Stevenson, Alberto Juantorena, María Caridad Colón... y la gente, como es lógico, empezará a preguntarse por Javier Sotomayor.

La alternativa del Gobierno sería colar de contrabando al genial saltador entre las demás glorias del deporte cubano; hacerle figurar como si nada hubiera pasado y dejarle alternar con las grandes figuras, que sí conocen los pormenores del caso. O, por el contrario, reconocer —al menos de El Morro hacia fuera— que lo que se armó en Winnipeg, y que la gente recuerda a la perfección, fue una soberana falta de sentido común.

Falta ver cómo el Gobierno se lo va a explicar al pueblo, si es que lo hace. Ya la estrategia debe estar diseñada: primero lo sabrán los militantes del Partido Comunista en las unidades militares y centros de trabajo. Luego se irá enterando, poco a poco, el común de los mortales.

De cualquier manera, probablemente el caso Sotomayor arribará al limbo difuso entre la verdad y el rumor, entre la calumnia y el desengaño, en que en Cuba se obliga a vivir a aquellos que no tienen acceso a Internet.


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