| Al rojo vivo |
|
| Béisbol: Los Angelinos ganan la Serie Mundial frente a un Liván Hernández descontrolado. |
 |
| por JORGE EBRO, Miami |
|
Qué pequeños lucieron los Gigantes de San Francisco ante los Angelinos en el séptimo y último juego de la Serie Mundial. Pero sobre todo, qué mal lució el cubano Liván Hernández. Fue su segunda apertura en un clásico otoñal que se pintó del rojo color de Anaheim, un equipo al que nadie señaló siquiera como posible aspirante a la postemporada.
Luego de ser apaleado en su primera actuación en el tercer choque, Liván tuvo la oportunidad perfecta para redimirse y regalarle a los Gigantes su primera corona en casi 40 años. Pero cometió los mismos errores que le llevaron al fracaso unos días atrás, ante una poderosa tanda que parece compuesta más por pesistas que por bateadores.
El cubano siempre estuvo por detrás de los contrarios en el conteo, lo cual le obligó a marcar por el medio en busca de un control que le fue esquivo en todo momento. Su abuso desmedido de las bolas de rompimiento no engañaron a Anaheim, que aprovechó su poca velocidad para fabricarle cuatro carreras que a la postre serían decisivas.
Liván —para nadie es un secreto— ya hace tiempo que dejó de ser aquel lanzador de velocidad supersónica, y raramente alcanza las 91 millas por hora. Es cierto que de mano de la experiencia se ha convertido en un monticulista que mezcla mejor sus envíos, pero para triunfar en las Grandes Ligas de esa manera se requiere de un control envidiable, como, por ejemplo, el de Greg Maddux.
Y precisamente eso le faltó a Liván. Las cuatro carreras permitidas fueron un fardo demasiado pesado en la espalda de los Gigantes, que se vieron sobrepasados en toda la línea en las casa de los Angelinos, quienes conquistaron su primer título de franquicia luego de 42 años a la sombra de los Dodgers, la novena más amada en el área de Los Ángeles.
Para que se tenga una idea y salvando las distancias, Anaheim (que a propósito usa color rojo) es a los Dodgers (que usan el azul) lo que los Metropolitanos a los Industriales. Los Angelinos —una verdadera cenicienta si se le compara con equipos como los Yankees— se llevaron el trofeo de una manera poco vista en los últimos tiempos en la Gran Carpa.
Mientras los campeones anteriores se construyeron gracias a la compra desmedida de estrellas, los Angelinos fueron creciendo en silencio gracias a un excelente sistema de granja, cultivando su propio talento con un núcleo de jugadores que fue elevando su nivel de año en año hasta explotar con la potencia suficiente como para dejar en el camino a los superfavoritos.
Si hubo un momento de viraje en la serie fue en el sexto choque. Los Gigantes dejaron escapar una ventaja de cinco carreras que les habría proporcionado el trofeo. Por el contrario, los Angelinos los rebasaron para llevarse la victoria propinándoles un golpe psicológico del que no pudieron reponerse.
Perdieron los Gigantes, pero perdió también el gran Barry Bonds —sin dudas, el mejor pelotero de su generación—, quien en más de una ocasión ha manifestado que cambiaría todos sus récord y premios por un anillo de Serie Mundial, con su nombre esculpido sobre el oro de la gloria.
Por ahora, el béisbol de Grandes Ligas se tomara dos meses de descanso, pero a fines de diciembre volverá la actividad de cambios y recambios en las alineaciones, de contrataciones y rechazos, hasta que comiencen en febrero los entrenamientos de primavera, y el 31 de marzo la nueva temporada. Casi como el ciclo de la vida.
|
