Viernes, 10 mayo 2002 Año III. Edición 363 IMAGENES PORTADA
Deporte
Omar Linares, la ausencia de lo prohibido

Quien fue considerado el mejor pelotero cubano de las últimas cuatro décadas, llega al ocaso de una carrera inconclusa.
por ROGERIO MANZANO, New Jersey  
Omar Linares
Omar Linares

Una vez le llamaron "El niño", pero hoy, cerca de los 35, el vientre se le ensancha, las piernas le responden con más lentitud y su rostro comienza a cubrirse de arrugas.

Omar Linares, el paradigma del "béisbol revolucionario", envejece. Aquel al que algunos llegaron a considerar el mejor pelotero cubano de las últimas cuatro décadas, llega al ocaso de una carrera inconclusa.

Como siempre sucede en Cuba, a los atletas símbolos les fabrican una imagen casi perfecta. Para el pueblo, Linares es un digno patriota integrado al proceso socialista, militante del partido único, incapaz de aceptar "dinero enemigo", participante en la mayoría de los actos políticos y con una conducta intachable que le ganó el derecho a ser miembro de la Asamblea Nacional, aunque él no sepa "ni papa" de lo que se habla en el parlamento cubano.

Por comprometimiento tan consecuente, el Gobierno también le premió con un auto y una modesta casita; además, recibe del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), un puñadito de dólares para ahogar la escasez que sufre gracias al "imperialismo yanki".

Con tales prebendas Linares demuestra sentirse feliz, porque también le garantizaron la plaza de entrenador para cuando se retire del deporte activo. De manera que no le suceda lo que se dice de los jugadores profesionales, que quedan abandonados, en la miseria y socialmente inútiles.

Cuando se observa en ese espejo, cree sentirse muy agradecido, porque de algún modo continuó con el ejemplo de pelotero que fue su padre, quien le advirtió que no le fallara a su Comandante.

Empero, si por una sola vez en la vida Omar Linares lograra desprender su cordón umbilical de la maquinaria que lo engendró, mirara hacia atrás y luego hacia adelante, tal vez comprendería lo que fue, lo que es y lo que no llegó a ser.

Entendería, quizás, que fue de Dios y de la naturaleza de quienes recibió los atributos para ser el más destacado en los deportes, no de un hombre ni de una ideología política. Notaría que su burbuja tiene feos orificios y que su carrera de beisbolista quedó inconclusa. Tal vez entonces descubriría por qué extraña la ausencia de lo prohibido.

Martín Dihígo no pudo jugar en las Grandes Ligas porque era negro. Linares es negro y tampoco pudo jugar, pero no precisamente por culpa del racismo. De hecho, el racismo en las primeras décadas del siglo XX, y el comunismo en los años finales de esa centuria, se convirtieron en un maligno cáncer que tronchó las más caras aspiraciones y los sueños de muchos peloteros cubanos.

En semanas recientes Omar arribó a la marca de 400 jonrones. Una hazaña memorable, porque resulta apenas el tercer cubano en 41 años de Series Nacionales que conquista tal hito; sin embargo, cuántas páginas como ésta, u otras más inolvidables aún, hubiera legado a la historia del pasatiempo nacional si le hubieran permitido soltar toda la carga explosiva que llevaba dentro. Y es que no puede verse el acto de jugar en las Mayores sólo desde el más puro aspecto comercial, hay que hacerle espacio también a los retos deportivos, al esfuerzo personal de los atletas y a la calidad innegable del más completo certamen beisbolero que existe en el mundo.

Obviamente, Omar Linares también fue responsable en un sentido. Quizás sintió miedo, se comprende, es un ser humano. Pero sus temores le impidieron desprenderse a tiempo la venda de los ojos, dar el salto y demostrar que pudo haber puesto su nombre, y el de Cuba, junto a los forjadores de la leyenda del béisbol mundial.

Después de 19 campañas dentro de Cuba, ¿qué le resta, aparte de sus marcas personales en la pelota invernal, sino su fidelidad estéril a la doctrina de un Gobierno totalitario? Oh, sí, le resta el cariño de su pueblo, para quien y pese a todo todavía es un héroe, aunque en la vida real lo sea a medias. En cambio, para la historia del béisbol sólo fue un timorato que desperdició su talento por complacer los caprichos de un autócrata.


Imprimir Imprimir Enviar Enviar

En esta sección

El último pase de Diago
JORGE EBRO, Miami
La Semana: Serie Nacional de Béisbol
IVáN GARCíA, La Habana
El hombre de hierro
IG, La Habana
Trío de ases
JORGE EBRO, Miami
La semana: Serie Nacional de Béisbol
IVáN GARCíA, La Habana
Retorno al punto cero
JORGE EBRO, Miami
La semana: Serie Nacional de Béisbol
IVáN GARCíA, La Habana
NOTICIERO
SOCIEDAD
ECONOMÍA
CULTURA
INTERNACIONAL
DEPORTE
rapidísimas
MÚSICA
OPINIÓN
DESDE...
ENLACES
Chat
ENTREVISTA
Cartas
BUSCADOR
Galeria
Niño
EDICIONES
» Actual
« Anterior
» Siguiente
Seleccionar
D:  
M:  
A:  
   
Noticiero
 
 
PORTADA ACTUAL NOSOTROS CONTACTO DERECHOS SUBIR
 
© 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana.