| ¿Una sola Cuba? |
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| ¿Es inmune la Isla a intentos secesionistas regionales como los que en la actualidad tienen lugar en otros países? |
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| por MICHEL SUáREZ, Valencia |
Parte 2 / 2 |
La autoestima de muchos habitantes de la Isla navega por estos tiempos en permanente situación de crisis. Escapar, fingir, dejarlo todo atrás, son verbos de última moda. En un visible intento de globalización interna, cada vez más es un sacrilegio hablar "en tono oriental", decirle papaya a la denominada fruta bomba e incluso casarse con un "palestino". La tromba de mensajes que impone La Habana al resto de la Isla es un ejemplo doméstico magistral de lo que Fidel Castro reprocha insistentemente a Occidente y a los grandes polos de poder. Pero es que la Isla de la perfección tampoco escapa a la teoría del centro y la periferia.
Cierto humorista cubano de fama, habanero además, le comentaba a este articulista que estaba "profundamente preocupado por la discriminación regional que se manifiesta en Cuba, tengo miedo de que aquí pasemos a una xenofobia como en Alemania, pero entre los propios cubanos. Y todo eso lo alienta el humor facilista y los medios de comunicación". El "oriental" es hoy el estereotipo más socorrido del humor cubano contemporáneo y, desde posiciones intolerables, los propios medios de comunicación estatales afianzan algunos antivalores que generan peligrosamente un enfrentamiento innecesario y baldío.
Esos propios medios de comunicación —indirectamente— han promovido incluso la emigración hacia la capital, aunque ahora el Gobierno se empeñe en detenerla por vías estrictamente legales y represivas. Nadie puede evitar los movimientos hacia las zonas de mayor desarrollo, o de mayores privilegios, como es el caso. Privilegios que datan desde la irreal bonanza de los años 80, cuando hasta para comprar caramelos había que viajar a La Habana y hacer las colas del liquidado Mercado Centro o del Parque Lenin. Todo ello también ha ocasionado cierta resistencia —parcialmente justificada— de los capitalinos hacia el resto de los cubanos. Vivir hoy en la ya estrecha Habana es un infierno, y la culpa siempre la paga el totí. Aún así, ninguna ley debe refrendar el levantamiento de barricadas seudo-fronterizas en sitios legítimos de todos los cubanos... ¡un visado en propio suelo nacional!
¿Qué remedio les queda, para seguir realizándose, a los artistas, intelectuales, científicos y otros a los que su ciudad o provincia les quedó pequeña? La Habana como escalón previo al exilio.
Lejana a cualquier tremendismo, la alerta nunca viene mal. La Isla no está exenta de que afloren —en un futuro con mayores libertades de reunión y expresión— lamentables conductas que podrían utilizar vías radicales para autoagenciarse el desarrollo y el respeto. Recuérdese, en España, la mano de hierro y el desprecio de Franco sobre Cataluña y el País Vasco, entre cuyos resultados más visibles están el surgimiento de ETA y de nacionalismos extremos. Cuba es un solo pueblo, para el que no puede haber soluciones divisorias. Exclusivamente un futuro de horizonte consensuado, emancipador y plural, hará que cada región se sienta importante, y equilibrará los diversos puntos de vista, hoy privativos de un único polo. Junto a la anhelada unión de los cubanos de la Isla y el exilio, hace falta también la reconciliación de los cubanos de adentro, pero consigo mismos.
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