Lunes, 14 octubre 2002 Año III. Edición 471 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Se va el pregonero, se va

Nuestra cultura popular ha perdido uno de sus sellos distintivos... ya ni canta ni come frutas.
por JOSé HUGO FERNáNDEZ, La Habana Parte 3 / 3

Hoy lo más común es ver pasar a un vendedor anunciando lacónicamente "aguacates", o "flores", o "plátanos", así, sin más. Aquel que necesite comprar tales productos, tendrá que averiguar por su cuenta si los aguacates están maduros, si son grandes o chicos, buenos o malos; o qué tipo de flores y de plátanos intentan venderle y a cuáles precios. Además, deberá hacerlo a toda carrera, pues la mayor parte de estos vendedores actúan fuera de la ley, por lo cual dejan caer el anuncio y siguen velozmente, casi siempre en bicicleta, para evitar tropiezos. Los hay que, aunque igual de escuetos, ni siquiera anuncian su mercancía en alta voz. Van de puerta en puerta, importunando, asomando la cabeza, a cualquier hora, sólo para ofrecer, imperativos pero con un guiño cómplice, "coge tus huevos", o "coge tu leche en polvo", o "coge tu mamey". También están los pregoneros digamos ilusionistas. En Nuevo Vedado es bien conocido uno que pasa cada tarde anunciando caramelos: "De coco, de chocolate, de fresa, de piña, de menta, de anís..." Pero ya muy pocos vecinos se dejan engañar, pues saben que sus caramelos son únicamente de azúcar prieta. Otros, del tipo ilusionistas, pregonan "cherna fresca" y lo que llevan es tilapia de estanque; o venden agua jabonosa como detergente líquido, o dicen llevar "maní calientico" cuando en realidad su maní fue tostado el día anterior y va más frío que la nariz de un perro. Por su lado, están los pregoneros del increíble contraste. Ellos pululan en zonas aledañas a las shopping estatales o a los llamados agromercados, y le cortan el paso al caminante para anunciarle combinaciones de productos que mientras más serias pretenden ser menos lo parecen: "tu calzoncillo y tu cebolla", "tu matarratas y tu pastel", "tu cadena para perro y tu creyón labial". Sin embargo, a pesar de este catálogo macabro, aún faltaría por mencionar el colmo, que es sin duda el pregón cañonero, utilizado no para atraer, ni convencer, sino para emplazar al posible cliente: "Vaya, gástate el dinero", o "agarra tu pizza aquí", o "dale que me voy", o "coge lo mío que no hay más". O simplemente, "habla".

Nadie diría que en los cimientos de tanta frase hueca y chabacana yace toda una historia de originales ocurrencias e innovaciones en la métrica, en la estrofa, en el lenguaje del pregón como manifestación de la cultura popular y de la idiosincracia del cubano.

No ayuda ni siquiera el hecho de poder contar con el tesoro vivo del pregón como género musical, que es síntesis y reflejo, a la vez que inspirador, de los mejores momentos en la tradición. Bastaría con prestar oídos a la letra del más trascendental de estos pregones, El manisero de Moisés Simons: "Caserita no te acuestes a dormir, sin comprarme un cucurucho de maní". O con escuchar las virtudes de la milagrosa mercancía de El yerbero, mediante la voz universal de Celia Cruz, quien asegura: "Y con esta yerba se casa usted". O saborearse ante la descripción de las Frutas del Caney, de Félix B. Caignet, o de los deliciosos dulces que anuncia El panquelero, en el estilo único de Abelardo Barroso.

Durante la época del dominio colonial de España en Cuba, uno de sus Capitanes Generales, don Miguel Tacón, suprimió por decreto y a lo largo de varios años el ejercicio del pregón en La Habana. Hoy nadie recuerda aquí a ese señor y casi nadie tiene conocimiento de su absurda prohibición, sencillamente porque no afectó en lo más mínimo el desarrollo de una herencia cultural demasiado bien afincada en la memoria y el corazón del pueblo. ¿Podrá decirse lo mismo de aquí a cien años sobre esta perniciosa etapa en la que, no obstante, "los pregones no desaparecen por ninguna disposición oficial"?

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