Lunes, 14 octubre 2002 Año III. Edición 471 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Esa boca es tuya

por RAúL RIVERO, La Habana  

Muchos cubanos, que en la agonía de los años noventa se salieron de las redes o se sacaron el anzuelo de la boca, han vuelto lentamente, empujados por la necesidad o seducidos por otras carnadas, a entregarse a las sirenas estatales.

Ahí están. Son poetas, choferes, carniceros, novelistas, funcionarios, agrimensores, abogados, periodistas, alguaciles. Están de regreso, un poco más viejos, un poco confusos, pero a salvo en la tibieza del regazo del Partido.

A unos los repescaron con medallas y viajes, con una asignación mensual de dólares y una computadora.

A otros, con un puesto en una empresa mixta. Una gerencia. Un carro europeo con tarjeta de gasolina para los Cupet.

No importa ya demasiado la firmeza ideológica real, sólo se necesita fidelidad exterior, pública, que contribuya a la atmósfera teatral que envuelve la nación.

Nada hay que ayude más a olvidar los castigos que un boleto gratis a Londres, por Cubana, con escala en Madrid, de poeta o escritor A, a leer textos trascendentales y únicos. Esas son faenas costosas porque los intelectuales viven de la memoria.

Lo de otros oficios sale barato.

Es el caso de José Ramón Martín, Joseíto "el tranquilo" en toda la geografía árida de San Miguel del Padrón.

Joseíto, que se bajó del timón de un camello por aquellos años porque su hermana y su cuñado lo mandaron a buscar.

Se acabó el tormento, decía en todas las esquinas. Esto no hay quien lo aguante, yo siempre pensé en irme. Aquí no consideran a nadie.

Enseguida recibió un paquete para que se fuera acostumbrando. La coba del yuma, asere, mi cadenón y mis gafas, ahora soy Joe "el isi", eso quiere decir Joseíto el tranquilo en inglés.

Pero pasó el tiempo y no apareció por ninguna parte el dinero del viaje, ni apareció la visa, ni los toletones para una balsa, asere.

Así es que, hoy por hoy, Joseíto el tranquilo es el chofer más disciplinado de su empresa. Como le maneja al jefe, lo dejan llevarse el carrito para la casa y se mueve con la mujer y los muchachos.

Friega el auto al amanecer, lo limpia por dentro, y en el barrio cero contacto con los muchachos locos, ni con el consorte ese de los derechos humanos que vive allá arriba, porque eso es candela, asere.

Joseíto el tranquilo, ya lo dice mi nombre. Lo mío es aquí. ¿A dónde voy a ir? Yo siempre lo dije, cada uno en lo suyo.

Orden y disciplina, derechito pal trabajo y a todas las reuniones, que un día me bajé de la carreta y por poco me pasa por arriba, asere.


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