Lunes, 23 septiembre 2002 Año III. Edición 456 IMAGENES PORTADA
Sociedad
La Patrona encadenada

El 8 de septiembre es su día, y miles de cubanos, a pesar de las autoridades, acudirán al Cobre a visitar a la Virgen de la Caridad.
por MICHEL SUáREZ, Valencia Parte 1 / 2
Virgen de la Caridad del Cobre
Virgen de la Caridad del Cobre
(Cundo Bermúdez)

En un árido peñasco, bordeando la mina grande, se yergue El Cimarrón, una representación abstracta del legendario esclavo prófugo de los montes cubanos. En la elevación mayor, al frente, casi incrustado en la sierra, el Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad. Dos cubanísimos símbolos —desgraciadamente enfrentados por los avatares políticos del régimen—, gobiernan el entorno de El Cobre, uno de los enclaves de más tensión en las relaciones Iglesia Católica-Estado en los últimos 43 años.

En 1997, se le encomendaba al escultor Alberto Lescay Merencio, diputado al Parlamento y selecto miembro del clan de artistas-políticos con fortuna económica propia, erigir un monumento a la epopeya insurreccional esclava en las lomas de El Cobre. La Fundación Caguayo, que preside, y la Casa del Caribe, sirvieron de telón de fondo para convertir un acontecimiento cultural en nefasto rejuego político que intentaba desviar la atención generada por la Virgen de la Caridad del Cobre.

Cinco años después, allí sigue el monumento —cuyos méritos artísticos no se discuten—, en la soledad del peñasco, sin más visitas que las de un turista frustrado o algún participante del ámbito festivalero anual. Casi un kilómetro más allá, en el Santuario que este 8 de septiembre celebra 75 años de edificado y 25 de que se le confiriera el título de Basílica Menor, la reina y madre de Cuba se sostiene incólume, a pesar de los pesares.

El intento de usurpar el poderoso atractivo de la virgen cubana con la implantación de ídolos de otra naturaleza no cesó en El Cimarrón del señor Lescay. Recientemente, el gobierno de Santiago de Cuba anunciaba la explotación de las ya clausuradas Minas del Cobre como nuevo atractivo turístico. A ninguna de estas dos opciones podrían ponérsele reparos si no fuese por la premeditación con que han sido concebidas, al estilo de aquellas juergas de "cerveza a granel y música" que competían con las misas de las parroquias de pueblo el mismísimo día del Santo Patrón. El Cimarrón, las Minas y hasta la postulación de Fidel Castro a la Asamblea Nacional por la circunscripción de El Cobre, no son más que diminutos ejemplos en la historia represiva contra la cautiva patrona nacional.

Una evidente premonición, por cierto, ruidosa, fue la explosión del llamado Polvorín de El Cobre, en abril de 1958, a cargo del Ejército Rebelde. Al parecer, no hay pruebas de que la intención inicial fuese atentar contra la imagen de La Caridad, aunque la onda expansiva sí destruyó los vitrales del santuario y otras partes del inmueble. El entonces arzobispo santiaguero Enrique Pérez Serantes reconocía que "los causantes de la explosión no pensaron en manera alguna que del hecho perpetrado por otros fines se produciría el menor daño en el Santuario Nacional", pero al mismo tiempo confirmaba "las pérdidas de valor incalculable", y que "sólo por un verdadero milagro, la Venerada Imagen de Nuestra Excelsa Patrona y todo el camarín de cristal no se han movido ni dañado en lo más mínimo".

Esta confrontación podría considerarse uno de los primeros actos de crispación entre la inminente revolución y la Iglesia Católica, con la Virgen del Cobre de por medio. Las palabras de monseñor Pérez Serantes fueron malinterpretadas en ciertos sectores de la sociedad y originaron un cruce de declaraciones sobre unas supuestas "antirreligiosidad" (del Ejército Rebelde) o "contrarrevolución" del episcopado.

Al triunfo de 1959, los líderes revolucionarios se sirvieron del prestigio de la Virgen hasta la saciedad. Collares, imágenes, pago de promesas y hasta participaciones en actos litúrgicos, como el Congreso Nacional Católico de ese propio año, engrosaron el movimiento aparencial diseñado por Fidel Castro. Es justo señalar que la mayoría de los barbudos rebeldes creía sinceramente en los poderes de la Patrona. A sólo 49 días del triunfo, ya la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC) se preguntaba en la denominada Carta Circular al pueblo de Cuba: "¿Será cierto que de espaldas a la mayoría católica abrumadora del pueblo de Cuba se gesta una reforma educacional...? ¿Serán ciertos los rumores de unificación escolar, las amenazas de control estatal excesivo...?"

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