Lunes, 23 septiembre 2002 Año III. Edición 456 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Tiro de gracia

Censo de Población y Viviendas 2002: ¿Qué importa cuántos estamos ante la evidencia de no saber quiénes somos ni hacia dónde vamos?
por MICHEL SUáREZ, Valencia  
La Habana
Castro: 'El censo servirá para perfeccionar la revolución'

Tal vez ingenuamente, un periodista oficial de la Isla definió, como ningún otro, las esencias del rimbombante Censo de Población y Viviendas emprendido en estos días por el régimen de La Habana: "¿Un censo para conocer qué hacemos, cómo vivimos y cómo somos?".

Una verdad de Perogrullo que no siempre se dice tan cínicamente como en esta ocasión. La preocupación de los cubanos es tal que más de una autoridad política ha "salido al paso" a rumores sobre determinados objetivos y cuestiones en los que indaga el censo. De otro modo, no tendría justificación alguna que tanto el ministro de Economía como el Director General del Censo no pierdan una oportunidad ante la prensa para enmendar la plana en relación con las preguntas de la encuesta. Las inquietudes de trabajadores por cuenta propia, de residentes en viviendas resultantes de compra-ventas consideradas ilegales, de los que edificaron sus casas por obra y gracia del espíritu santo, o de quienes simplemente viven a un aire distinto al planificado en el Olimpo-Partido, están a la expectativa y sus razones tienen.

"El Censo no va a solicitar ningún documento de propiedad, no va a legalizar ni a ilegalizar nada", aseveran los funcionarios ante un vox populi cada vez más generalizado. Sus alarmistas declaraciones no son más que el reconocimiento oficial del miedo per se de los criollos ante la minuciosa indagación que se avecina o cualquier proceso similar. Las precauciones del cubano de a pie no son gratuitas ni infundadas en una sociedad de "telepantalla" y "policía del pensamiento", bajo órdenes del "Gran Hermano", donde la vida personal dejó de ser propia para convertirse en patrimonio exclusivo del Estado.

Muy conciente de que información es poder, Fidel Castro está dispuesto a gastarse la cantidad de la que, según él, no pudo disponer en 1991: unos seis millones de dólares y 43 millones de pesos. Hace mucho que el gobernante despejó las prioridades de un país que no puede garantizar la leche de los niños más allá de los siete años y está pensando en nuevas operaciones de opresión ideológica, a cualquier costo económico. ¿Qué importa cuántos estamos ante la evidencia de no saber quiénes somos ni hacia dónde vamos?

La creciente institucionalización del control sobre las personas en Cuba, ratificada con la actual política del trabajo social emergente, tiene en este censo un papel definitivo. La Habana insiste en que la ONU ha pedido a todos los países una nueva ronda de investigaciones de este tipo; sin embargo, de aquí a junio de 2003 —la dilatada fecha dispuesta para conocer la totalidad de los resultados— ya se vera cuáles informes irán a los bancos públicos de datos y cuáles quedarán celosamente custodiados en los archivos del Gobierno y la Seguridad del Estado.

No es la primera vez que se ocultan informaciones comprometedoras para la propaganda del régimen. Por ejemplo, en el Anuario Estadístico del MINSAP (1995), citado por la UNESCO, al compararse las tasas de suicidio, se excluyen arbitrariamente los datos de 1959. Dicho gráfico obvia todo el tema en el período pre-revolucionario (de seguro dirán que no existe el número) y toma como primera referencia histórica a 1970. Sin embargo, igual procedimiento no se aplica a otros indicadores "favorables" como la mortalidad infantil y el empleo, por sólo mencionar algunos, en los que se juega con las condiciones de 1959, como si el desarrollo del mundo fuera el mismo desde entonces. Se sabe oficiosamente que las tasas actuales de suicidio en la Isla son impresionantes (rondan el 20 por ciento del total de las muertes, según la UNESCO), y que el Gobierno hace todo lo que está a su alcance por impedir la divulgación de investigaciones científicas relativas al tema.

El protagonismo de la Unión de Jóvenes Comunistas en el Censo es, ya de por sí, demasiado sospechoso. La aprehensión ideológica con que se ha asumido la "tarea", considerada una "nueva batalla" —no se sabe contra qué enemigo o idea—, enturbia drásticamente las pretensiones científicas del proceso. Los que se opongan a brindar información a los encuestadores, de seguro correrán la misma suerte que los casi cien maestros del centro del país que se negaron a suscribir la farsa del "socialismo intocable": de patitas a la calle. Siempre habrá quien falsee algún detalle con tal de salir ileso del nuevo expediente familiar que Castro abrirá en cada vivienda cubana.

Sería excelente que el censo pusiera también sobre el buró la ratificación o no de ciertas apreciaciones académicas en las que se da cuenta de un supuesto aumento de la población negra y mestiza cubana, debido a la mayor emigración de la raza blanca. Datos sorprendentes e interesantes desde el punto de vista sociológico, además de otros que revelarán al Contador en Jefe como el cubano vive del "invento" y no de la revolución.

Más que un censo, Cuba pide a gritos un plebiscito. Luego ya habrá tiempo para contar cuántos somos.


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