Epopeya por mandato |
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Al inicio del nuevo curso escolar, la campaña de reparación de escuelas ha estado marcada por el voluntarismo, la manipulación y el uso irracional de recursos. |
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por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana |
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La campaña de reparación o reconstrucción de 779 escuelas este verano en La Habana, para que comiencen el curso escolar en forma la primera semana de septiembre, podría ser calificada de encomiable y hasta monumental si hubiera respondido a una decisión colegiada de gobierno, tomada en un momento de relativa prosperidad nacional y estando medianamente cubiertas otras necesidades elementales. Pero Cuba no es un país normal: tras dicho empeño, aparentemente noble, se oculta la sinrazón del voluntarismo.
La necesidad de reparar a fondo o reconstruir tantas escuelas al unísono, es hija del abandono de su mantenimiento durante años. Si los planteles hubieran estado bajo un régimen de atención, aunque fuera modesto, no habría sido necesaria la sofocación de una campaña tan intensa. Pero mantener la infraestructura escolar —obra de todos los días y no de una ofensiva guerrillera— no es noticia en ninguna parte del mundo.
Al lanzar esta campaña faraónica, trasnochada, el Gobierno da, de paso, tema de qué hablar a la prensa controlada por el Partido Comunista. En un panorama económico donde lo que resalta es el cierre de la mitad de nuestra industria azucarera, la escasez de petróleo y la falta de liquidez, los lectores de periódico de la Isla han tenido que pasarse todo el verano consumiendo las loas cantadas al sacrificio, el entusiasmo y la eficiencia de padres, alumnos y maestros que en muchos casos han dedicado sus vacaciones a la gesta colectiva.
También se percibe en la pregonada campaña una centralización del poder como en pocos países. La educación isleña está en medio de una revolución pedagógica inspirada en los conceptos del Jefe del Estado, y para poner a punto este "instrumento de la Batalla de Ideas" se han movilizado recursos humanos y materiales en un volumen impresionante, si bien con ello casi se ha paralizado el resto de las pequeñas construcciones. Si algún hijo de vecino tenía pensado reparar su techo este verano, tuvo que posponerlo por la falta de arena, dedicada por entero a la gran pirámide de la reparación de escuelas.
Asimismo, tras el enorme e inútil despliegue, queda oculta la imposibilidad de que otros factores sociales hagan algo. ¿Quién puede en Cuba acometer grandes tareas si no es el Estado? Nadie más puede reparar ni construir escuelas. De hecho, todos los planteles le pertenecen. Si en nuestro país no sólo el Estado tuviera un papel relevante que desempeñar en la economía, estas tareas se redistribuirían entre otros protagonistas. La escuela privada, las iglesias, las organizaciones filantrópicas y el sector privado estarían presentes en dichos esfuerzos. Pero en la Isla sólo el Estado puede tener iniciativas. A los demás más les vale sumarse al mecanismo echado a rodar desde la cúspide del poder.
Y como no hay nada más importante que la salud del pueblo, seguro vendrá después la reparación de hospitales, policlínicos y consultorios del médico de la familia, que buena falta les hace. Para mejores momentos queda postergado el resarcimiento de las calles de La Habana y otras ciudades cubanas. Y ni pensar en cuándo le llegará su turno a la reparación de viviendas.
En la concentración del poder también está el monopolio de los sueños. Todo empeño de escala humana queda pospuesto indefinidamente. Incluso, el deseo de visitar en las vacaciones a parientes cercanos de la Cuba rural, quedará irrealizado. El servicio de ómnibus intermunicipal casi ha desaparecido por falta de combustible.
Pero aun si todo el gigantesco esfuerzo realizado este verano para reparar las escuelas de la capital —en las penosas circunstancias que vive el país— sirviera para hacer de los escolares cubanos personas libres y prósperas, bien valdría el sacrificio, incluso el voluntarismo. Mas los problemas crónicos de la educación en Cuba —el insoportable nivel de ideologización de los contenidos, la alucinante politización de la vida escolar— amenazan con intensificarse en este curso.
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