Miércoles, 01 mayo 2002 Año III. Edición 356 IMAGENES PORTADA
Opinión
Chantaje en abril

La venganza de Castro por la postura mexicana en Ginebra. ¿Un tiro por la culata de la enmohecida escopeta guerrillera?
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias  
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Una vez más —la oncena, según mi cuenta—, la Comisión de Derechos Humanos (CDH), de la ONU, que en abril de cada año se reúne en Ginebra para analizar la situación de las libertades en el mundo, ha condenado al régimen de Fidel Castro por no respetar los derechos civiles y políticos de los cubanos.

Dos novedades ha habido en esta ocasión que inducen a suponer que, al fin, en América Latina se abre paso la voluntad de ayudar al pueblo cubano a salir de la esclerosis del totalitarismo. La primera consiste en que la resolución condenatoria fue presentada por un país latinoamericano (Uruguay) y aprobada con los votos de otros nueve países del área (Argentina, México, Chile, Guatemala, Panamá, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica y Perú). La segunda, en que, por primera vez, México ha votado contra el régimen cubano. Sólo la Venezuela del resucitado Hugo Chávez votó a favor de Castro. Brasil y Ecuador se abstuvieron.

La violación en la Isla de los derechos humanos es tan vieja y obvia, que parece una escena concebida por el Ionesco de La soprano calva el debate que año tras año tiene lugar en Ginebra en torno a este tema. Es como si cada año los miembros de la CDH llegaran vírgenes al fenómeno. Y ya es costumbre que, al ser condenado, el régimen escenifique una pataleta y acuse, a todo el que lo condujo a la picota, de ser lacayo del imperialismo y otras porquerías. El año pasado le llamó "lamebotas" al Gobierno argentino y acaba de llamarle "Judas" al presidente uruguayo.

Este año, la sanción de la CDH ha resultado particularmente amarga para el castrato por la decisiva participación en ella de América Latina, un continente que, hasta ahora, ha sido blando y en muchos casos complaciente con la dictadura cubana —blandura y complacencia que incluso dejan huella en la resolución uruguaya, cuando en ésta se "reconocen" los "avances logrados por las autoridades de la Isla en materia de derechos sociales y económicos" (¿se referirán, por ventura, los autores de la resolución a la potestad que tienen y usan esas autoridades para dejar sin trabajo y encarcelar a los opositores políticos, y a la prohibición de que los ciudadanos cubanos puedan, como los extranjeros, hacer inversiones en el país?).

El voto de México contra el régimen —voto que Castro intentó conjurar a base de chantajes al Gobierno de esa nación— es un insoportable revés político para el dictador, un clavo en el anonadado ojo del Comandante, de ahí que éste haya saltado con rabia, primero, sobre el canciller Castañeda y, finalmente, sobre el presidente Fox.

La insólita revelación pública que, limpiándose las narices con las normas éticas y diplomáticas, y con su propia palabra, Castro ha hecho de la conversación confidencial (grabada por la Inteligencia castrista) que sobre su indeseada presencia en la reunión de Monterrey sostuvo con el presidente Fox, es una venganza por la postura mexicana en Ginebra ante el déficit de libertades en la Isla. Una venganza al más puro estilo mafioso y que sirve de botón de muestra de los procedimientos a que recurre la autocracia isleña frente a los gobiernos o ciudadanos que no se someten a ella.

No deja de ser divertido este espectáculo montado por Castro, al igual que aquel otro en la Cumbre Iberoamericana de Panamá, donde se negó a condenar el terrorismo en España y se embroncó con el presidente salvadoreño. Me encanta que lo hayan corrido de México y que él haya desvelado cómo el cuate Fox le dijo que ahuecara el ala. Castro es un viejo showman que no se resigna a caerse de la cartelera. Como la boquita de la princesa del poema rubendariano, ha perdido la risa y ha perdido el color, pero quiere seguir de vedette entre candilejas, y se trepa a cuanto escenario le proporcionan. En definitiva, la culpa de que actúe en esos teatros del mundo no la tiene él. Si a él le dicen ven, lo deja todo y va y hace su personaje. La culpa la tienen los que lo invitan.


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