Viernes, 04 enero 2002 Año III. Edición 273 IMAGENES PORTADA
Opinión
Lourdes o la ind-esencia de la revolución 'cubana'

Del ocaso de un líder y de la degeneración de un proceso más retórico que legítimo.
por CARLOS M. ESTEFANíA Parte 2 / 3

La respuesta castrista al cierre, de cara al pueblo de Cuba, fue publicar fragmentos de las declaraciones hechas por Nicolai Leonov, el 18 de octubre a la televisión rusa. En ellas Leonov arremete contra el gobierno de su país (cosa impensable en la época estalinista donde inició su ascendente carrera) y afirma algo que debió haber desmoralizado a tres generaciones de comunistas cubanos: "Nosotros siempre hemos abandonado a Cuba. Cuando hubo que quitar los cohetes en el 62 no le preguntamos a Fidel. Llegamos, nos los llevamos y no le preguntamos a nadie. Cuando retiramos a la Brigada que estaba allí durante varias decenas de años, los relegamos también a un segundo plano. Nunca los consultamos, nunca contamos con nuestros aliados. Cuando rompimos las relaciones económicas, lo mismo".

Este, "nuestro hombre en Moscú", fue presentado al lector de Granma como un "Teniente General (retirado), Jefe de la Dirección de Análisis de la Inteligencia Soviética y Doctor en Ciencias Históricas". Pero Leonov es mucho más que eso, es un viejo "amigo" de Raúl Castro, como lo fue del Che Guevara, y para asombro de cualquiera, mucho antes de que se hablara del carácter "socialista" de la Revolución, en la etapa germinal de los preparativos del Granma en México (Carlos M. Estefanía, "España y el anarquismo cubano", Iniciativa Socialista número 59, invierno 2000-2001, Madrid, España, páginas 106-114; o Carlos M. Estefanía, "El fantasma de España en la revolución cubana. Notas sobre los anarquistas en Cuba", http://hem.passagen.se/cubanuestra/). No dudemos, pues, de que si Castro fue el "Comandante en Jefe", este "Nicolás" merezca el título de "Padre de la sovietización de la revolución". En otras palabras, de la degeneración de un proceso cuya clave pasa por el estudio detallado de la biografía de este agente, viejo zorro estalinista, tan distinto generacional e ideológicamente a su colega, el residente de la KGB en Alemania, Putin. Tenemos en Leonov a una especie de demiurgo que emerge desde la oscuridad, dando gritos, ante la destrucción inevitable de su obra de casi 50 años.

Con la crisis "Lourdes", además del golpe económico y político que para el régimen representa, se ha puesto en claro el verdadero sentido de un proyecto elaborado para Cuba incluso antes del derrocamiento del batistato: el de convertirla, contra la voluntad soberana de su pueblo, en una cabeza de playa —en el corazón de Occidente— al servicio de una superpotencia; en primer lugar de la URSS, luego, durante casi una década, de Rusia. Se trata de un viejo intento en la política imperial soviética, fracasado en España gracias a la resistencia de republicanos socialdemócratas y anarquistas durante la Guerra Civil 1936-39. También falló con la caída en Guatemala del régimen de Jacobo Arbenz, un "presidente" convertido, gracias a su mujer, en el monigote de los prosoviéticos locales (y donde hizo sus pininos revolucionario-estalinistas Ernesto Guevara). Pero a la tercera fue la vencida: Cuba.

La construcción de esta base gratuita, en 1964, no sólo explica los cuantiosos subsidios económicos que le permitieron a Castro crear una "vitrina" socialista de cara a los países más pobres del tercer mundo, sino que pone en entredicho la supuesta época de independencia del castrismo tras la retirada de los cohetes en la crisis de octubre del 62. Para muchos, desde entonces el cubano fue un régimen "independiente" de los soviéticos. En teoría, el adocenamiento se recuperó bajo la derrota de los experimentos guerrilleros en toda Iberoamérica y el fracaso económico. La primera bajada de cerviz, aparentemente, la daba Castro con su discurso justificativo de la invasión a Checoslovaquia en 1968. Dentro de la izquierda, en este período (62-68) se vio al socialismo cubano como una alternativa al soviético. Cientos de jóvenes comunistas, inspirados por los cantos de sirena provenientes de la Isla, se cansaron del dogma de un Moscú para el cual nuevas revoluciones se hacían incosteables, cuando no engendraban clones definitivamente pendencieros, como ocurrió con la China de Mao. Así, esto revolucionarios "procubanos" se desligaban de los partidos comunistas tradicionales, cuyas políticas asumían como "socialdemocráticas", para enrolarse alegremente en movimientos inspirados en lo que se creía había sido la experiencia Castro-Guevarista. El lema era "el único modo de ser revolucionario es hacer la revolución", algo que parecía bien lejano en la escatología del llamado marxismo ortodoxo.

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