Viernes, 04 enero 2002 Año III. Edición 273 IMAGENES PORTADA
Opinión
Votos por el cambio

UE: el termómetro de la democracia dentro del régimen castrista no marca una temperatura que favorezca el diálogo bilateral.
por JORGE OLIVERA CASTILLO  

Ameno, serio, positivo. Así fueron las calificaciones registradas en la prensa oficial en torno a la reanudación del diálogo político entre las autoridades del régimen y la Unión Europea, los pasados 1 y 2 de diciembre en La Habana.

Las pláticas, interrumpidas en el año 1996 por la falta de cooperación del régimen de Fidel Castro en el logro de acuerdos tocantes a una apertura real e incluyente en el plano económico así como en el ámbito de los derechos humanos, reafirmaron el orden de las prioridades del castrismo.

Primero: la ideología, la conservación del poder unipersonal. En perspectiva: el desarrollo económico, y el campo de las libertades civiles y políticas en perpetua sequía.

Un paneo mental, huérfano de pasiones y subjetividades sobre el encuentro, arroja un cúmulo de interrogantes que dignifican las dudas y anulan los altisonantes adjetivos insertados en las conclusiones del oyente.

Las razones para inclinar la balanza a favor de las reservas tienen perennemente el sello de actualidad.

La represión se burla del tiempo y usurpa el espacio con voluntad imperial. Esa es la clave que marca el ritmo de un desastre lento pero no menos dramático donde el terror llega con el alba y empata funciones con el crepúsculo.

En el transcurso del quinquenio que duró la ruptura de las conversaciones bilaterales, la nación continúa caracterizándose como un Estado policial. Disentir o invertir describen acciones que amplían el rango de futuros reos en el primer caso y de aspiraciones esotéricas en el segundo. Ambos consecuencias válidas sólo para nacionales.

¿Sobre qué premisas se basó la reapertura del diálogo? Lo desconozco. No obstante, me permito valoraciones con las que deseo ejercitar la reflexión alrededor de un problema de vital importancia. Soy una víctima demasiado cercana de las manos del verdugo como para andar con indiferencias.

Podría estarse gestando un pacto. Es conocido que el régimen, al borde de la bancarrota, posibilitó la entrada de capital europeo para evitar el colapso.

Las adversas condicionantes que han profundizado el aislamiento internacional con base —una suma de factores entre los que descuellan el fundamentalismo anticapitalista que lidera una ofensiva social e intelectual contra las instituciones de este sistema— toman un aspecto decisivo e invitan a una rectificación de la clase política nacional si quieren salvar algo de sus reducidas cuotas de responsabilidad ante la historia.

Es prematuro dictar sentencia en la lucha cuerpo a cuerpo que sostiene la ideología dogmática y unanimista con 42 años en la regimentación del poder y la universalidad de la economía de mercado junto a la democracia representativa.

Los precursores de la "dictadura del proletariado", que resultó ser una engañifa para abaratar el costo de la gobernabilidad vitalicia, de antemano saben que su desventaja es clara. La derrota emerge como una vertiente que eluden a última hora. La energía se apaga y el capricho se desvanece.

Presunciones aparte, la astucia brinda oportunidades para dilatar el enfrentamiento, anotar puntos en el recorrido hacia la capitulación para, en la medida de las posibilidades, restarle dureza al fracaso.

Promesas de profundas reformas en la economía, humanizar el código penal, liberar a los presos políticos y eliminar la pena de muerte, tal vez fueron las cartas de la delegación nacional. Su legitimidad está a prueba si es que en la agenda figuraron los imponderables.

Confiemos en que el respeto y la transparencia imperaran en la reunión. De todas formas hago mío el escepticismo. Aún escribir estas cuartillas representa un acto delincuencial de "lesa revolución", un motivo de campañas difamatorias, si las circunstancias soplan con benevolencia. En un abrir y cerrar de ojos soy un contrarrevolucionario, un agente del imperialismo, una escoria de la sociedad y cuanto epíteto sirva para ofender y justificar represalias.

Mientras concluyo estas líneas escucho que la Unión Europea ha optado por mantener sus condiciones como requisitos para establecer cualquier relación con La Habana, apuesta que subraya la sensibilidad de este grupo de países con la tragedia que se reparten cerca de doce millones de cubanos bajo la égida del terrorismo de Estado.


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