Lunes, 24 septiembre 2001 Año II. Edición 198 IMAGENES PORTADA
Opinión
¿Exiliados o emigrantes económicos?

Al prohibir la entrada de los médicos que abandonaron la Isla después de 1990, el Gobierno reafirma una vez más el carácter político de la emigración cubana.
por RAúL RODRíGUEZ  

Hasta los más fervientes defensores de la llamada Revolución Cubana ven con una mezcla de perplejidad e incomprensión la magnitud del éxodo desde el "paraíso socialista", sobre todo la desesperación que entrañan los medios empleados para la huida por una parte no despreciable de quienes escapan. Esa voluntad masiva de abandonar la Isla se ha mantenido durante las cuatro décadas anteriores del castrismo y sigue tan pujante como antes en este quinto decenio. Para muchos de los todavía embriagados con el socialismo tropical, la voluntad de emigrar de los cubanos es algo que, como el "ole", no tiene explicación.

No cabe duda que el argumento más poderoso en contra de la revolución de Fidel Castro es el éxodo masivo y sostenido. No en balde la propaganda oficial del castrismo se ocupa con ahínco de dar explicaciones edulcoradas a este afán, tan generalizado entre la población, de abandonar su país. Son dos los argumentos principales que esgrimen los ideólogos del totalitarismo caribeño. El primero centra sus ataques contra la Ley de Ajuste Cubano, que en los Estados Unidos le permite a los cubanos que llegan a ese país legalizar su situación al año y un día de su arribo: en el idioma revolucionario se le llama la Ley Asesina, porque es, según dicen, la responsable de que se arriesguen a cruzar el estrecho de la Florida. Este argumento es dramático pero poco convincente si se considera que la diáspora está desperdigada por todos los confines del mundo, desde Suecia a Costa Rica, de Mongolia a España. La manzana tentadora que incita a pecar no puede ser la legislación de Estados Unidos, relativamente ventajosa para los cubanos, si éstos se marchan para cualquier parte.

El segundo argumento posee cierta lógica y alguna evidencia a su favor en este mundo globalizado. Actualmente la fuente de ese río migratorio no puede decirse que esté compuesta, como en los primeros años, por batistianos, asesinos, latifundistas o grandes capitalistas "siquitrillados"; entonces se arguye que se trata de una emigración económica, como ocurre en tantas partes del mundo actual: mejicanos, haitianos, marroquíes, turcos, etc. En el caso de Cuba, la estrechez económica se justificaría por el desplome del campo socialista y, sobre todo, por el cruel bloqueo yanqui.

Si bien el factor económico juega un papel no despreciable en este fenómeno, carece de fundamento querer responsabilizar a factores externos del fracaso de un régimen socioeconómico que ha implementado su sistema con el dominio absoluto de todos los recursos y dispositivos de control habidos y por haber por más de 40 años y que, además,  contó por más de dos décadas con inmensos subsidios de la que fue la segunda potencia mundial.

Pero es el propio régimen el que con sus inconsecuencias se encarga de demostrar que, aunque en teoría identifique la emigración como económica, en la práctica la considera de otra manera. Al imponer normas en extremo restrictivas para autorizar a sus nacionales residentes en el exterior a ingresar al país, siquiera como visitantes por tres semanas, el propio Gobierno se desdice.

La última hazaña en este campo, la prohibición de entrada a Cuba a los médicos que salieron de ella a partir de 1990, está definiendo a quienes dejan su tierra como exiliados, aun en contra de su voluntad. El Gobierno, cuando le conviene, habla de emigrantes por razones económicas, pero los trata como políticos, y ésta de los médicos es sólo una —la más reciente— de las tantas restricciones en materia migratoria, pero ni con mucho la única. Una parte sustancial de la comunidad cubana en el exterior está privada de la posibilidad de visitar su país, y no se trata de terroristas. Basta con que se exprese una opinión que desagrade al régimen en un medio público y La Habana se entere.

La diáspora no tiene su origen principal en razones económicas o de nivel de vida, que pueden estar presentes, sino en la falta de libertad. De ello el propio Gobierno se encarga de dar pruebas.


Imprimir Imprimir Enviar Enviar

En esta sección

Libertad vigilada
LUIS MANUEL GARCíA
¿Hacia dónde va la educación? (II)
MANUEL CUESTA MORúA
¿Hacia dónde va la educación?
MCM
Mi doble moral
EMILIO ICHIKAWA MORIN
Objetos de culto
ARMANDO AñEL
Un legado intransferible
RAFAEL ROJAS
NOTICIERO
SOCIEDAD
ECONOMÍA
CULTURA
INTERNACIONAL
DEPORTE
MÚSICA
OPINIÓN
DESDE...
ENLACES
Chat
COLUMNISTAS
Cartas
BUSCADOR
Galeria
Galería
EDICIONES
» Actual
« Anterior
» Siguiente
Seleccionar
D:  
M:  
A:  
   
Torres
 
 
PORTADA ACTUAL NOSOTROS CONTACTO DERECHOS SUBIR
 
© 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana.