Lunes, 24 septiembre 2001 Año II. Edición 198 IMAGENES PORTADA
Opinión
¿Hacia dónde va la educación?

En la Isla, la enseñanza tiene como objetivo fundamental la defensa y promoción de una política predeterminada por el Estado.
por MANUEL CUESTA MORúA Parte 1 / 2

Mucho se habla del buen desarrollo de la educación en el país. Esto es verdad en términos absolutos. Si se traza una curva a través de las diversas esferas sociales, ésta describiría su punto más alto en el sistema educativo, con todas sus consecuencias en el reordenamiento estructural de la sociedad.

Algún sociólogo ciertamente imaginativo describía la banda ancha de nuestras clases medias no a partir de una cuantía promedio de riquezas, sino desde los criterios educacionales que distinguen a los que poseen un determinado nivel de conocimientos de los que sólo dominan un conjunto de oficios.

No lo hacía, por supuesto, por razones discriminatorias. Su interés era y es saber si Cuba podría catalogarse como una sociedad del conocimiento o si seguíamos siendo una que respondía, en su estructura, a la base fundamentalmente agrícola de su economía.

Este sociólogo no me ha ofrecido su conclusión final. Hay una creencia popular, sin embargo, y con fuerza religiosa, que nos hace creer que somos o estamos entre los más educados del mundo. Y pongámonos de acuerdo por hoy en la versión popularizada que equipara, sin distinción alguna, los conceptos de instrucción y educación.

La propaganda oficial en Cuba, puntillosa a la hora de introducir y fortalecer ciertas creencias, no ha tenido éxito a la hora de decir que vivimos en una sociedad de iguales; de modo que en el caso de la educación, creencia y propaganda coinciden.

Pero hay varias limitaciones que nos están haciendo retroceder, sin miramientos, hacia los esfuerzos del Gobierno por universalizar la educación. Dos de ellas tienen que ver con la persistente pauta medieval que la condiciona; las otras, con la revalorización mundial de los criterios educativos que están asociados a la revolución tecnológica y al fracaso en la estructura de valores que los sistemas educativos del pasado se propusieron crear. Y todas estas limitaciones expulsan a la libertad como meta y como método de la enseñanza.

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