| 'The Cuban Danzón' |
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| Una placa que recrea la historia de nuestro baile nacional. |
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| por CARLOS OLIVARES BARó |
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Finaliza enero, el mes de cumpleaños del danzón: su día primero, en 1879, fue testigo del estreno de Las Alturas de Simpson, de Miguel Faílde, en el exclusivo Liceo de Matanzas; nacía nuestro baile nacional. Es escrito en compás de dos por cuatro (con introducción de ocho compases) y estructura ABACA "hasta principios del siglo XX, en que se le agrega una coda final más movida, sacada de un son generalmente, hasta llegar a la fórmula ABACAD, a la que se le llama danzón completo" (Díaz Ayala), o danzón cubano, en el sentido de su total rompimiento con la contradanza. El Bombín de Barreto (1910), de José Urfé, sería, posiblemente, la composición pionera que incorpora la fracción montunera D: el mismo Ayala y Argeliers León no precisan en sus estudios y comentarios si esa pieza del clarinetista de Madruga es la primera en incorporarlo.
The Cuban Danzón (Arhoolie Records, 1999) es una joya discográfica que le debemos al infatigable investigador Cristóbal Díaz Ayala. Su rigor y curiosidad nos regalan 21 danzones grabados entre 1906 y 1929 por legendarias orquestas y míticos danzoneros: Pablo Valenzuela, Enrique Peña, Felipe Valdés, Jaime Prats, Félix González, Tata Pereira, A. M. Romeu, Orquesta Babuco y Orquesta Típica Criolla. Ejecuciones realizadas entre La Habana, Nueva York y México que el autor de Música cubana, del Areito a la Nueva Trova, en confabulación con los productores Dic Spottswood y Chris Strachwitz, pone en nuestras manos con vehemente voluntad didáctica.
Inicia la selección con un breve danzón (ABAC), La Patti Negra, interpretado por la orquesta del cornetista Pablo Valenzuela y que data de 1906, todavía dentro de los cánones de la contradanza, pero con acusado sabor criollo. Le sigue un largo danzón (ABACADAE), Yama, yama, grabado en 1909 por la agrupación del clarinetista Enrique Peña, que ya posee el segmento montunero D, reitera la coda A y agrega una nueva E al final como remate montunero.
De 1907 es Rigoletto, que la típica del trompetista Felipe Valdés engalana con orquestación de enjundiosa invitación bailable. Esta agrupación, fundada en 1899, ganó el cariño y aceptación de los bailadores habaneros de principios del siglo XX: Alza Colombia, La Machicha, No te mueras sin ir a España (a mi modo de ver la mejor pieza de la antología por la inteligente incorporación de citas, el mestizaje sonoro que logra la sección de viento y el virtuoso pizzicato de las cuerdas) y El calvito de O'Reilly 89 demuestran por su sandunga el por qué de su popularidad por aquellos años.
El disco no tiene desperdicio. Sobresale El premio gordo, grabada en México en 1910 por la Orquesta Babuco, con acusada presencia de clave rumbeada (3-2) y apuntes rítmicos que se encabalgan a las fracciones melódicas. Asimismo, es sorprendente escuchar La Conga, por la orquesta de Jaime Prats, con la presencia de una flauta subrayando los motivos temáticos en sustitución del clarinete y el trombón de pistones de las típicas. Linda Cubana, de Tata Pereira, el son que inspiró a Romeu para su célebre Tres lindas cubanas, se rescata interpretado por la Charanga Francesa del autor, en tempo de "danzón completo" (ABACAD), grabación de 1924. Vale destacar Aprieta, pero no pises, de José Urfé, que la agrupación del músico/zapatero Félix González asume magistralmente desde un elegante contrapunteo de violines y percusiones enlazado con la lírica incursión del clarinete.
The Cuban Danzón es un primer acercamiento serio a la historia de nuestro baile nacional en sus años de mayor esplendor (1900-1930): hay que agradecerle infinitamente a Cristóbal Díaz Ayala esta ardua y titánica labor, de cara a la difusión de nuestro acervo musical.
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