El ex coronel de la KGB y actual presidente de Rusia, Vladimir Putin, ni siquiera ha cumplido su primer año de mandato pero ya se aprecia claramente que su objetivo principal es construir un poder fuerte y centralizado con sede en el Kremlin, como en los viejos tiempos, y tratar de mostrar a Estados Unidos que su actual condición de potencia mundial única puede ser amenazada en el futuro.

Putin, Honoris Causa de la Universidad de Bakú. "Deseo más cooperación militar con Azerbaijan"

Nada hace prever que el enigmático Putin altere esta línea política durante 2001. Por el contrario, todos los últimos movimientos vienen a reforzar la tesis de que trata de construir un régimen de corte cada vez más autoritario.

Durante su reciente visita a La Habana, a mediados de diciembre pasado, se pudo apreciar la afinidad y simpatía mutuas entre Putin y el jefe de Estado de Cuba, Fidel Castro, lo que resulta muy natural y coherente.

Las más recientes maniobras del Kremlin muestran que, para el primer semestre del 2001, Putin se ha trazado como uno de sus principales objetivos centralizar nuevamente los servicios de espionaje, contraespionaje y otras estructuras que formaban el KGB, disuelto por Boris Yeltsin en 1991, pero que continuaron funcionando como agencias independientes.

Según reveló el pasado 8 de enero el diario británico Financial Times, los planes contemplan la fusión, en un solo organismo, de los servicios de inteligencia (FSB), los de guardafronteras y de la entidad encargada de interceptar las comunicaciones (conocida por la sigla FAPSI).

El arquitecto de toda esta maniobra es Sergey Ivanov, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, e igual que Putin, antiguo agente de la KGB cuya influencia de es cada vez mayor en el Kremlin y no faltan analistas en Moscú que le auguran un futuro promisorio, como probable ministro de Defensa o incluso como Primer ministro.

El vicepresidente de la comisión del Parlamento ruso para los asuntos de Seguridad, Sergei Iushenkov, ha alertado acerca de los peligros que representa revivir los viejos tiempos, cuando existía un organismo único de los servicios secretos, quizá más eficiente en sus actividades de control de los enemigos del Estado, pero un verdadero peligro para los ciudadanos y la sociedad civil, como ya quedó demostrado durante la época de existencia de la Unión Soviética.

Ante los nombramientos cada vez más frecuentes de ex miembros de la KGB para altos cargos del Estado y del Ejército, la activista Elenna Bonner reaccionó dejando una advertencia que debía ser escuchada en Occidente: "Vivimos en una mentira total, la mayor de ellas es clasificar a Rusia como un Estado democrático".

Este llamado de alerta no debía pasar inadvertido ya que procede de la viuda del reconocido científico y disidente Andrei Sájarov, probablemente una de las personalidades más emblemáticas de la lucha contra el régimen totalitario soviético.

Y es que, en realidad, aunque la palabra democracia pueda aparecer en el léxico ruso, ese pueblo nunca conoció durante su historia un período, aunque fuese breve, de verdadera vida democrática.

En una entrevista concedida a Nezavissimaia Gazeta, Putin trató de calmar los ánimos y declaró: "El autoritarismo es el desprecio por las leyes. La democracia es la aplicación de las leyes. No me parece que la situación actual pueda inspirar dudas en ese aspecto".