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La épica nacional ya tiene, por fin, su prototipo incombustible: el balsero.
por ENRISCO, New Jersey Parte 2 / 2

Luego está el asunto de las millas. Que no es lo mismo haber sido recogido a las 30 ó 40 millas que a las 87. Eso pensando en que la ruta clásica Habana-Key West no es la única ni mucho menos. Hay muchos otros puntos de partida y muchos otros destinos: Haití, Jamaica, Islas Caimán, Bahamas, Costa Rica, Honduras... Nunca se puede descartar que un tunero fanático de Los Beatles cubra íntegra la ruta Puerto Padre-Liverpool. Y uno se pregunta cómo es que los balseros siempre saben exactamente a cuántas millas fueron recogidos por el barco guardacostas o a cuántas millas tuvieron que regresar. Respuesta: misterio. Uno se podría imaginar que el estrecho de la Florida está lleno de carteles que avisan: "25 miles to Key West. One way". Pero cualquier comprobación in situ demostraría lo contrario: no hay carteles por ninguna parte y a los delfines que son de por ahí no les gusta dar información a los transeúntes. No se puede descartar que el amplio conocimiento del terreno por parte de los balseros les permita reconocer a cuántas millas está cada ola. Consideremos que no hay balsero que se respete que no haya hecho al menos dos docenas de intentos antes de llegar a su objetivo.

Entre los balseros no hay personajes secundarios, todos son protagonistas. No en balde son una variedad de esa especie tan singular conocida como "el cubano". Nunca se encontrará al balsero que se limitó a hacer lo que le decían hasta que llegó a su destino. No. Todos tuvieron un papel protagónico en el viaje: cuando los demás desfallecían y hablaban de regresar, él izó la vela salvadora, señaló un punto esperanzador en el horizonte o animó a sus compañeros a seguir remando mediante el infalible recurso de apuntarles con una pistola. Cuando uno escucha los cuentos de cualquier balsero, se pregunta dónde se han metido los otros, los que hablaban de regresar en los momentos difíciles. A menos que durante el viaje se la pasaran intercambiando los papeles.

No poco debe agradecerle la ciencia mundial a los balseros. Su incesante actividad ha venido a confirmar todas las teorías del poblamiento de la tierra, aun la de los sitios más recónditos. En comparación con los balseros, la expedición de la Kon-Tiki parece tan poco riesgosa como pelear con la versión más reciente de Mohamed Alí. Los balseros con cotidiano heroísmo han venido a demostrar una teoría del poblamiento y el desplazamiento humanos que puede resumirse de este modo: los seres humanos pueden haber llegado a cualquier parte del mundo en cualquier tipo de objeto flotante siempre que contaran con el estímulo de dejar atrás una figura comparable al Comandante en Jefe. Contra esta teoría solamente habría una objeción, aunque de muchísimo peso: es del todo improbable la existencia de un jefe de tribu que se pueda comparar con el Comandante en Jefe.

Pero si algo distingue al balsero de otros héroes tradicionales es que ha convertido lo que a primera vista se vería como una huida, en heroicidad pura y dura, en épica. Y es que la épica se sobra en esa experiencia, una épica que acompañará al balsero el resto de su vida. Los balseros, los espías y los calvos tienen algo en común: nunca dejarán de serlo. La travesía marítima que los trajo a mejor vida, literalmente hablando, será el centro simbólico de sus existencias, la referencia y medida de todas las cosas. Si oye hablar de una hambruna en África dirá: "Hambre, já... hambre la que pasé yo en la balsa cuando se acabaron el queso y las galletas".

Si ve una noticia del conflicto palestino-israelí (autobuses saltando por los aires, y no de entusiasmo precisamente, o tanques reduciendo casas palestinas al nivel del sótano) entonces dirá: "Conflicto, lo que se dice conflicto, el de la balsa cuando Totico se comió la última galleta con queso. Eso sí fue grande y ni siquiera estaba la ONU para interceder".

Trate de intimidar a un balsero. No hay forma más miserable de perder el tiempo. Al balsero cualquier problema le parece pequeño en comparación con aquellos días en que andaba rodeado de mar y tiburones, medio enloquecido por el sol y la sed. ¿El carro chocó y no tiene seguro? ¿La cuenta que debe a su tarjeta de crédito es una cifra muy parecida a su número de seguridad social? No hay de qué preocuparse. Como en aquel viaje en balsa, siempre habrá una salida, un puntico en el horizonte dándole esperanza.

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