Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
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La Habana: ¿Ciudad o añoranza?

por LIZABEL MóNICA Parte 2 / 2

Derrumbe

Transitar de un lado a otro de la ciudad deja hambriento a cualquier habanero. Voy por una pizza a Belascoain. Belascoain y Neptuno, en la acera del hospital (única construcción de la zona, proyecto para el cuidado de la salud de militares y "gente de arriba", aunque después haya derivado/degradado a hospital al servicio público), en un quisquito junto a... Un vacío, un enorme vacío en una calle principal llena de antiguas cafeterías, edificios y tiendas en desuso. Un vacío que deja ver el movimiento de las nubes y junto a éste las paredes descubiertas del edificio contiguo. Húmedas paredes que por su aspecto sombrío parecen esperar, como ancianas que reflexionan en el velorio de una contemporánea, su turno de morir.

Desvío la vista hacia el centro de la calle para huir de las construcciones y los tristes pensamientos. La céntrica avenida de Belascoain está cerrada por cordones que desvían el tráfico de la zona. ¿Qué pasó?

Los restos de un edificio son extraídos por el equipo encargado. Hubo un derrumbe. Frente por frente a los escombros, en los soportales de Belascoain, una familia hace uso de sus muebles como si aún estuvieran cobijados por las paredes de una casa. Un joven sentado en un sillón; una mujer madura en una silla; un corral y una niña de tres años dentro completan la representación de una familia que cuenta con diez personas, entre ellas otros dos niños, de cinco y siete años.

Pregunté más.

Estaban allí porque les habían asignado una casa en Cruz de Piedra. Ellos se negaron a salir de la ciudad. Prefirieron quedarse en el portal de Belascoain, bañarse en las casas de sus vecinos, comer en una fonda del Estado. Quedarse aun en la condición de los desposeídos, de los que ya no tienen siquiera restos; quedarse aunque fuera frente por frente al vacío que es y está donde antes fueron y estuvieron ellos. Vacío que sustituye lo que fue su pasado y es su presente, las posibilidades de futuro. Vacío que sólo les deja como posesión o identidad el recuerdo.

La nada se establece

Habrá otra ciudad, y permanecerán apenas los recuerdos de La Habana de Lezama, o la de Labrador Ruiz, o la de Cabrera Infante. De La Habana de Reinaldo Arenas —abro con un poeta que hizo narraciones; cierro con un prosista que hizo poemas—. De la de ahora, la nuestra, lo que quedan son rastros que van desapareciendo, asiéndose a la muerte, a los escombros. A menos que huellas, a menos que recuerdos, puesto que un recuerdo que permanece vivo demasiado tiempo, desintegrándose ante nuestros ojos, termina por morir, abruptamente, pulverizándose, como nosotros terminamos por esperar su muerte.

El cuerpo físico de la capital —o su remembranza, su reinvención desesperada—, tan cercano que nos define, está en sus últimos días. Convaleciente y cenizo. Seco. Queremos estar cerca de él hasta el minuto final, será nuestra condición hasta que desaparezca. Antes lo fue también, pero era una condición de apoyo, de identidad, de refugio y de hogar. Ahora es una condición de pérdida, de tiempo muerto, de espera, de redefinición. Y también de escasez, de impotencia para mantener la vida, de impotencia ante los poderes para los cuales somos víctimas sin defensa.

Cuando ese recuerdo desaparezca, como estaríamos esperando—a pesar de nuestra fidelidad delirante, que cada vez tenemos que exagerar más para ocultarnos la desilusión inconfesable, el miedo inconfesable al vacío—, respiraremos aliviados por la ausencia de una imagen que fue demasiado intensa, una imagen de agonía que era nuestra imagen, nuestra representación.

La Habana de Lezama ya no es la misma. La Habana no es la misma. Quedan sus recuerdos. Pero las paredes de éstos hace mucho que son grises e inseguras. La imagen risible y lastimosa de lo que ya no serán, la certeza de la caída inmediata y definitiva de lo que ¿son?

Y entonces me asalta una duda: esa Habana que nos hacen admirar, que admiramos y hacemos admirar, es de dudosa existencia. Es, claro está, un simulacro... ¿Es que hay alguna Habana que pueda considerarse real, que pueda agarrarse como una estructura sólida desde alguna nostálgica o mitómana-fantasofrénica esquina? ¿Es que La Habana existe?

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