Lunes, 18 noviembre 2002 Año III. Edición 496 IMAGENES PORTADA
Deporte
En peligro de extinción

El béisbol podría dejar de ser deporte olímpico si en la próxima asamblea general del COI una mayoría simple vota por ello.
por JORGE EBRO, Miami  
COI
Jacques Rogge (izq), presidente del COI

El béisbol, que llegó a la familia olímpica tras remover cielo y tierra, podría batirse en retirada si en el Comité Olímpico Internacional (COI) se imponen las voces que lo acusan de caro y poco extendido. La situación, y así lo han hecho notar los Comités de Cuba, Japón y Estados Unidos, es casi desesperada, y los tres países han formado un frente común para proteger lo que tanto esfuerzo les costó conseguir durante décadas de presión y convencimiento.

Del otro lado están los ejecutivos del COI, quienes se afirman en la creencia de que el béisbol —junto con el sóftbol y el pentalón moderno— representa una pesada carga sobre los hombros de los organizadores de los juegos, y especialmente de Atenas, una ciudad sin tradición y sin público para llenar los estadios. Sin embargo, algunos miembros de la organización han señalado que una de sus reglas establece que no se pueden hacer cambios en el programa a menos de siete años de los juegos en cuestión. Para las Olimpiadas de Pekín —no ya las de Atenas— faltan seis años. De esta manera, cualquier decisión al respecto no sería aplicable hasta los Juegos de 2012.

Gerhard Heiberg, jefe de mercadeo de la organización olímpica, ha dicho que la votación —que debería llevarse a cabo a finales de este mes— pudiera ser aplazada hasta la próxima sesión, a celebrarse en Praga en el verano de 2003.

De cualquier modo, es cierto que el béisbol, para jugarlo como se debe, requiere de varios implementos que en ciertos países pueden resultar caros y es verdad, también, que su área de influencia, contrario a lo que pueda parecer, se ha ido reduciendo o al menos ha quedado constreñida a las zonas que siempre lo practicaron, incluso antes de ser admitido en las olimpiadas.

La negativa de las Grandes Ligas a permitir que sus estrellas concurran al magno evento del deporte mundial y que los extranjeros que militan en ellas lo hagan por sus respectivos países, también ha sido esgrimida como una excusa, no exenta de razón, por aquellos que quieren desterrar al béisbol.

Hace 20 años, la NBA comenzó cursos intensivos de baloncesto por Europa y Sudamérica. 20 años más tarde un equipo europeo (Yugoslavia) y otro de sudamericano (Argentina) han disputado la final del Mundial de ese deporte, acabando con el mito de invencibilidad de los profesionales estadounidenses.

Hace 20 años, el baloncesto tenía solamente dos santuarios en Europa: Serbia y Lituania. Unos 20 años después, las ligas de primer nivel se suceden desde España hasta Turquía, invadiendo países como Alemania y Francia.

Si hace 20 años las Grandes Ligas hubieran propagado programas para difundir el béisbol, hoy, tal vez, se habrían cosechado los primeros resultados. Sin embargo, ha sido todo lo contrario. La pelota sólo se ha afianzado en ciertas zonas del Caribe y el Asia, y ha retrocedido en regiones como México, donde el fútbol —gracias a la tenaz actuación de la FIFA— lo ha confinado a unas pocas comarcas del noreste.

La IBA, organismo rector del béisbol a nivel internacional, no tiene ni los recursos ni la ascendencia suficiente —por no decir que ninguna— sobre las ligas profesionales diseminadas por el planeta, a diferencia de la FIFA, a cuya sola voz sucumben los intereses más porfiados y díscolos.

Es cierto que, sobre el papel, hay más de 100 naciones que dicen practicar el béisbol, pero la realidad más dura ha dejado en claro que no cuentan con torneos de nivel, ni con la cantidad de atletas suficientes para formar una cantera de talentos decentes, ni mucho menos con el ímpetu para afianzarlo en el gusto de sus respectivos países.

El COI ha tomado nota de todo lo anterior y parece que quiere darle una estocada a fondo a un deporte que en Atlanta fue el segundo en llevar más público a los parques, pero que en Atenas o Pekín sólo atraerá a unos centenares de turistas llegados de Japón y Estados Unidos.

Si el béisbol es bajado de su silla, le costaría mucho trabajo volver a su sitial dentro del concierto olímpico. Y no hay duda de que sus retos internos son tan grandes que pueden descorazonar a sus más férreos defensores.


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