Lunes, 18 noviembre 2002 Año III. Edición 496 IMAGENES PORTADA
Deporte
Hecho en casa

Si en Los Ángeles y Seúl no se extrañó a la delegación deportiva cubana, en San Salvador ya se habla de cancelar los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
por JORGE EBRO, Miami  
Pasaje en construcción
Pasaje en construcción de la Villa Olímpica de la
Universidad de El Salvador (UES), sede de los próximos
Juegos Centroamericanos y del Caribe

Los Ángeles, Seúl y San Salvador se han interconectado en el tiempo por obra y gracia del desdén cubano. Estas tres ciudades han conocido del desprecio de La Habana, que las ha dejado plantadas en espera de una delegación deportiva que prefirió enquistarse en un evento doméstico antes de batallar en la arena atlética internacional.

Igual que apoyó por solidaridad la irrupción de los tanques soviéticos en la primavera de Praga y Varsovia, el Gobierno cubano, también por solidaridad, decidió no asistir a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 para sumarse al bloque socialista, que de este modo le cobraba a Estados Unidos su boicot en la cita de Moscú 1980.

Cuatro años más tarde, Cuba redobló su celo solidario, esta vez con Corea del Norte, aunque en dicha ocasión su protesta fue solitaria: a los soviéticos y al resto del bloque socialista en pleno no les hizo ningún asco asistir con sus delegaciones a Seúl 88.

Ahora le ha tocado el turno a San Salvador y no hay duda de que será la sede más perjudica de todas por la ausencia antillana. Si en Los Ángeles y Seúl no se extrañó para nada a Cuba, en la capital salvadoreña hasta se habla de una posible cancelación de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, el multievento regional más antiguo del planeta.

En las olimpiadas del 84 y del 88, la delegación cubana habría alcanzado entre 10 y 15 medallas doradas. Si habían faltado los rusos, que lo hicieran los cubanos no levantó mucho revuelo. Pero en San Salvador Cuba sería la dueña y señora de los Juegos. En la cita previa los antillanos habían cosechado 190 preseas doradas a fuerza de una delegación muy superior a la de los demás países del área. De ahí que la ausencia de la Isla es algo así como el tiro de gracia a un evento que, debido a los problemas económicos de quienes lo sustentan, se celebra cada vez con más dificultades.

Si las dos primeras negativas fueron justificadas por la supuesta solidaridad, esta última tiene que ver con represalias políticas. Fidel Castro no soporta al presidente salvadoreño, Francisco Flores —uno de los pocos mandatarios que le ha cantado más de cuatro verdades en la cara sin temor alguno—, y ha esperado en la sombra el momento oportuno de devolverle el golpe.

El argumento de la inseguridad para los atletas criollos no tiene base alguna. Incluso, las autoridades salvadoreñas le habían concedido a las autoridades del INDER sus deseos de escoger los edificios en que pernoctarían durante su estancia en el país centroamericano.

Es cierto que algún que otro scout de Grandes Ligas rondaría a los peloteros, pero ello no es noticia nueva y bien lo saben quienes atienden la seguridad de los jugadores. Fuera de ahí, el resto es una cortina de humo fabricada en La Habana para disfrazar el verdadero motivo: humillar al gobierno y al presidente salvadoreño con un evento deslucido e imposible de desarrollar.

Es difícil creer que haya alguien realmente interesado y dispuesto a matar, como aseguran en La Habana, al presidente del Comité Olímpico cubano, José Ramón Fernández, un hombre que ronda los 80 años y que ni pinta ni da color dentro de la nomenclatura del régimen de la Isla.

Cuba, por el contrario, ha anunciado una olimpiada interna que será "una gran fiesta del deporte para el pueblo", con tres equipos y centenares de medallas de dudoso metal que evitarían un bajón en el ciclo preparatorio de los atletas.

Curiosamente, esta olimpiada hecha en casa coincidirá en el tiempo con los juegos de El Salvador, desde el primer hasta el último día. No hay duda que el deporte también es un arma de la revolución.


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