Lunes, 15 julio 2002 Año III. Edición 409 IMAGENES PORTADA
Los libros
Pedro Blanco, el negrero

por C. E. D., Miami Parte 2 / 3

¿Quién era Pedro? Un bastardo, un hijo no deseado, nacido de una relación tormentosa entre una mujer con clase y un marino de baja estofa. El drama estaba servido. Su tío Fernando, el único de la familia que no había repudiado a su hermana, quedó muy impresionado al ver al niño Pedro correr tras los gatos, hurgar en todo y crear dibujos fantásticos. Decidió hacerse cargo de la educación de su sobrino y pagó a un dómine que le enseñó latín, francés, gramática, historia y geografía. Más adelante, en la Escuela Náutica, el niño demostró esa audacia propia de los espíritus elegidos, o lo que es lo mismo, de los irresponsables. Preguntaba lo que todavía no le tocaba aprender, volvía del colegio para seguir enfrascado en aquellos libros, se iba a la orilla del mar a contemplar las velas y a escuchar las anécdotas de los pescadores y marineros. El dómine insistía en que Pedro necesitaba freno. Los otros niños se burlaban de él porque jamás compartía sus juegos; decían que era viejo de nacimiento, o que era un idiota.

Tampoco mostraba Pedro una vocación religiosa. Sus obligadas visitas a la iglesia las pasaba distraído, imaginando historias en las que aquellas imágenes de santos actuaban como protagonistas. Luego importunaba al cura narrándole las peripecias de su elaborado evangelio; anécdotas salidas de una mente calenturienta e incapaz de imaginar el Cielo, sólo los recovecos de un laberinto infernal. La imaginación desbordada de aquel niño le creó entre sus vecinos una sombría reputación. El autor explica de esta manera el desconcierto en que vivía el muchacho: "Él y su cabeza se encontraban ahora la geografía del dómine (en la que había mucho de Marco Polo), las leyendas de santos y de condenados del cura, las aventuras marinas de su tío Fernando, los heroísmos de la historia y su imaginación. Esta última barajaba a todo lo demás y de allí salían las mentiras más extraordinarias. Además de memoria, Pedro tenía imaginación".

En la página siguiente, Lino Novás describe esos síntomas que sirven para detectar a un artista en embrión: "Aquellas figuras se movían, hablaban, peleaban, entraban por las chimeneas, apagaban los candiles, se comían a los niños, desnudaban a los viejos, se bebían el agua toda de un río, derrumbaban casas, caminaban a pie sobre el mar, barrían las estrellas, el sol y la luna con una escoba, llevaban vacas y caballos por el aire, partían las alas al viento, abrían el mundo de un mandoble y hacían otras muchas cosas extrañas".

El talento y la imaginación son atributos incómodos y pueden llegar a ser intolerables. El dómine se encargó de promocionar la mala fama de aquel niño que necesitaba freno para que no aprendiese demasiado. El único defecto que tenía Pedro era su vicio de fantasear, mentir y preguntar lo que no le importaba. Para colmo, tenía la piel fina, el pelo negro y los ojos azules. ¿Qué más se puede añadir para convertir a un muchacho en el blanco de todas las iras y frustraciones acumuladas en un vecindario? Así lo resume el autor: "Esto le hizo tomar odio al niño y lo miraba como a un pez resbaloso. Daba vueltas en torno a él como un tigre para echarle la zarpa, enseñando el colmillo".

Pedro recibió las primeras represalias de parte de sus compañeros de colegio que le pedían repetir esos cuentos de duendes y piratas. Más de doce niños se reunían en derredor y escuchaban con la boca abierta. Luego le tiraban del pelo y le pateaban la cara para vengarse de aquel embustero que decía saber más que ellos. Pocos años después, ya en la adolescencia, Pedro se convirtió en un asiduo de las tabernas donde escuchaba las narraciones de esos marinos venidos de América que recalaban en Málaga para desertar y meter contrabando de armas. El joven se iba nutriendo del fatalismo de aquellas gentes errantes, sin fe, agarradas a la superstición. Salvo matar, Pedro había cometido todos los pecados. El odio sostenido que su inteligencia había suministrado entre aquellos vecinos despiadados acabó con una acusación de incesto. La gente le señaló como responsable del embarazo de su hermana Rosa, una bella jovencita de quince años.

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