Lunes, 11 noviembre 2002 Año III. Edición 491 IMAGENES PORTADA
Cultura
El poder obliga en todas partes

La obra plástica de Glexis Novoa en el marco de la institucionalización de la cultura nacional.
por DENNYS MATOS, Madrid Parte 2 / 3

Safe and quite
Safe and quite (Glexis Novoa)

En esta última la cultura revolucionaria completaba un proceso de rígida institucionalización. Se estableció el más férreo control hasta entonces conocido —no se olvide— de los espacios de expresión artístico-cultural. Se concretó, además, una brutal instrumentalización de la cultura, convertida para entonces en una suerte de sindicato que funcionaba como "trinchera del arte", en función de los cuadros del Partido; en otras palabras, como mero apéndice del Partido Comunista. Sin embargo, los 80 fueron también, en cantidad y calidad, verdaderamente prolíficos; se desarrollaron poderosos fenómenos culturales. Entre los más representativos, por su evidente actitud contestataria, está el conocido como "la joven plástica de los 80" (fundamentalmente el grupo posterior a la generación de Volumen Uno), y el de "los novísimos narradores", muchos de ellos contemplados en la antología Los últimos serán los primeros, de Salvador Redonet. Ambos fenómenos no sólo renovaron nuestro panorama plástico y literario sino que, al articular sus mensajes desde estéticas reflexivas, en la mayoría de los casos afincadas concienzudamente en poéticas del conceptualismo, planteaban como estrategia discursiva el debate —estéticamente provocativo— sobre problemas candentes de la sociedad y la cultura revolucionarias. Algunos de estos debates (sobre la doble moral, el culto a la personalidad, los estereotipos que estructuran una cultura masiva pretendidamente revolucionaria, la manipulación informativa, el extremismo, la instrumentación de la cultura, el conflicto de Angola, la marginalidad, la falta de libertad de expresión, etcétera) serán considerados por la oficialidad como posiciones contrarrevolucionarias, por la visión "revisionista" y "subversiva" que proponían de la realidad nacional.

La obra de Glexis Novoa, sobre todo la de mediados y finales de los 80 —que no está exenta de teatralidad provocativa—, puede considerarse una gran parodia contra los cánones de la cultura orquestada por la política del PCC. En sus trabajos hacen aparición fragmentos de la cultura marginal, como aquella que protagonizan los grupos de rockeros y punkies en los escasos pero abigarrados espacios en los que se producían estas manifestaciones. A ello debe agregarse el cuestionamiento a la doble moral implícito en muchas de sus obras (a la doble moral practicada por los enunciados de una política cultural que, por un lado, hablaba de la libertad del pueblo para acceder a las escuelas y universidades, reclamando del arte y la cultura —en su dimensión ética y estética— un papel activo en la transformación profunda de la sociedad; y, por el otro, liquidaba sistemática e implacablemente aquella crítica intelectual y artística que pudiera atentar contra el monopolio del pensamiento oficial). Pero quizá en lo que más énfasis hizo la obra de Glexis, al menos en esta etapa, fue en una reflexión crítica de los arquetipos que enunciaban la masividad, la calidad (y la libertad) como principios de la cultura revolucionaria. Tal vez porque éste era el terreno que mejor se avenía a su inclinación paródica, a su carácter transgresivo de tinte marginal, en el que el performance se convirtió en un recurso expresivo privilegiado. Muestra de ello fue el que realizara en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana con motivo de una exposición colectiva de jóvenes pintores. Allí Glexis, con pinta de pandillero roquero, puso en escena la parodia de un show heavy metal y se abrió el estómago con un cuchillo, "extrayéndose" sangre y vísceras de vaca. El truco era intencionalmente muy rudimentario, y podía verse el nylon donde guardaba la sangre y la revista Revolución y cultura protegiéndole de un accidente. El otro lo protagonizó junto a los pintores Francisco Lastra y Carlos Rodríguez Cárdenas; titulado Very Good Rauschenberg, implica al propio artista norteamericano resaltando, en tono satírico, las prácticas discriminatorias y colonialistas del chovinismo occidental.

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