| Menú de los Ibeyis |
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| por NATALIA BOLíVAR, La Habana |
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Yemayá, abuela amantísima de los Ibeyis, los había recibido en su casa para que sus padres, Changó y Ochún, pudieran tomarse unas vacaciones. Como tenían que hacer un recorrido por distintas tierras, no querían someter a sus hijos a tan largo viaje. El día en que los Ibeyis llegaron al ilé de Yemayá, todo el pueblo se vistió de gala: los niños traían la alegría, el bienestar y la prosperidad. Pasaron meses, y Changó volvió para ver a sus hijos, que eran su encanto. Uno tenía el carácter dicharachero, aventurero y valiente de su padre; el otro era dulce y cariñoso, pero caprichoso como la madre.
Ese día, al quedarse solo, Changó se sintió sobrecogido por un ataque de ira y se refugió en el penacho de una palma; desde allí lanzaba rayos y truenos: el fuego lo quemaba todo a su alrededor. Yemayá, quien estaba reunida con Ochún, Oyá y Obba, dándoles sus sabios consejos, se asustó y fue a conminar a Changó para que bajara y "no cogiera más lucha". Yemayá movía sus sayas como las olas; con ternura le suplicaba a Changó que terminara con ese ataque de resabios. Ochún trató infructuosamente de calmarlo con su oñí, que hacía milagros, y sus contoneos; lo mismo hicieron Oyá, con sus ojos rasgados y chispeantes, hablándole con dulzura, y Obba, con su belleza perfecta, cantándole su amor. Pero él, nada.
Yemayá se reunió con las mujeres y les dijo que, si no se apuraban, todo el bosque y el poblado iban a quedar reducidos a cenizas. De pronto, el cielo se llenó de palomas blancas, tornasoladas, negras y jaspeadas, que formaron un remolino en torno a Changó. Los Ibeyis, al verlas tan hermosas, haciendo piruetas alrededor de su padre, le pidieron a éste que los dejara subir al tope de la palma o que les bajara a las palomas para jugar con ellas. Changó, que nada negaba a sus hijos, las formó en un halo sobre su cabeza y se las bajó, ofrendándolas con ternura a sus Ibeyis, niños mimados por las virtudes y los secretos de su inocencia infantil.
Sopas y caldos de aves
Se hace un caldo con pollos, añadiéndole zanahorias en rodajas, tomates de cocina, col en tiritas, boniatos en trozos y plátanos picados. Aparte, se hace un sofrito con tomates, ajíes, perejil, ajo, que se cuela y se añade al caldo. Las viandas, cuando estén cocidas, se pueden majar, quedando así un caldo muy espeso. Se sirve con trocitos de pan fritos en aceite o mantequilla.
Plato fuerte: pichones guisados
Se lavan, limpian y cuartean los pichones, que se echan en una freidora o en una cazuela con dos cucharadas de aceite, sal, pimienta, ajo machacado, tiras o rodajas finas de cebolla, vinagre, un cucharón de vino seco o blanco y pimientos picaditos. Se tapa la cazuela colocando un lienzo empapado bajo la tapa. Se cocinan a fuego lento.
Plato complementario: arroz con pollo Ibeyis
Se cuartean dos pollones. Se les adoba con ajo machacado, orégano, pimienta, sal y zumo de limón o naranja agria. Se doran en manteca; se les añade después vino blanco, tomates, ajíes, cebollas y un poco de agua. Se cuecen hasta que casi estén a punto. Se lava bien el arroz, que debe ser de grano grueso y, cuando esté casi listo el cocido, se añade el arroz, dejándolo a fuego muy bajo hasta que abra el grano. Poco antes de servirlo se le añaden pasas, almendras y pimientos morrones. Se rocía con vino blanco, cerveza o vino seco.
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