Después de mil volteretas, de experimentar fórmulas e ir por diversos caminos, a la Comisión Nacional de Béisbol no le ha quedado otro remedio que imitar el sistema competitivo de las Grandes Ligas norteamericanas como último recurso para atraer multitudes a los estadios cubanos.

El sistema de Play-Offs, que sin duda ha brindado sus frutos en las dos temporadas pasadas, ha devuelto brillantez a un torneo repleto de talentos.

Según expertos, el clásico cubano posee categoría Triple A, al mismo nivel que los torneos de invierno de Puerto Rico y República Dominicana, y tal vez fuese superior si mejoraran ciertos aspectos organizativos.

Con varios nombres se ha encubierto el hecho de un campeonato que se ha acortado, estirado o dividido al gusto de las autoridades deportivas de turno en las últimas cuatro décadas. De 30, 60, y 90 juegos; a Serie Nacional, Serie Selectiva, Copa Revolución, hasta una Serie Especial dedicada a la famosa Zafra de los 10 Millones.

No ha habido verdaderamente un patrón uniforme para regir el decursar beisbolero cubano. De tal suerte que los únicos récords que cuentan son los acumulativos. O sea, el líder jonronero de por vida, el líder en hits y así de manera sucesiva. Sin embargo, es imposible decir quién bateó más dobles en una temporada porque no existe una temporada tipo.

A todos estos cambios se unió la llegada del llamado Período Especial. Esto significó cero transporte hacia los estadios, cero comida dentro de ellos y casi cero espectáculo. Los juegos nocturnos estuvieron al borde del colapso, como casi la misma serie. Al grueso de la población se le hizo difícil asistir a los partidos diurnos, porque supuestamente había que trabajar.

En realidad la población cubana estuvo —y todavía está— tan preocupada con la manera de subsistir diariamente, que las tradicionales asistencias a las instalaciones deportivas quedaron relegadas a un segundo plano. La gente decidió que disfrutar de un jonrón era un lujo. Había que buscar primero la comida.

Por otro lado, la retirada forzada de casi un centenar de atletas en plenas facultades puso al campeonato en tres y dos. La entonces dirección de la Comisión Nacional argumentó que estos atletas, algunos de 30 años, estaban viejos para el ciclo olímpico y no valía la pena gastar guantes y uniformes en ellos. Es curioso que dos de estos peloteros, Lázaro Valle y Gabriel Pierre, integraron posteriormente la selección a Sidney 2000.