Lunes, 13 enero 2003 Año IV. Edición 532 IMAGENES PORTADA
Sociedad
El árbol de la discordia

La Isla celebra la natividad de la revolución: Entre luces de colores y arbolitos de las shopping, nacen los barbudos en el pesebre de Belén.
por MICHEL SUáREZ, Valencia Parte 1 / 2
Navidad Cubana
Navidad Cubana, Cuba L.A. (Narada World)

Nada más comenzar noviembre, las tiendas recaudadoras de divisas de la Isla —ésas que jamás promueven el "consumismo" ni se alistan en las campañas de "banalidad capitalista"—, lucían en sus vidrieras los primeros adornos de Navidad, o mejor dicho, de fin de año, según la estricta nomenclatura oficial.

Un cable de una agencia independiente señalaba que, inmediatamente después de poner a la venta los primeros arbolitos y adornos, les fue comunicada a los empleados de la Corporación CUBALSE S.A. la "prohibición expresa" de mencionar la Navidad en la promoción de los productos alegóricos a la fecha. La orientación pecaba de precisa: "las ventas sólo serán acompañadas por carteles conmemorativos del triunfo de la revolución". Los trabajadores de una tienda de Ciego de Ávila fueron informados de la disposición durante uno de los habituales "matutinos".

Desde la irrupción del período especial los establecimientos en dólares —por orden del Comerciante en Jefe— decidieron romper el silencio de largos años y sacar provecho económico con el reprimido y aplazado "antojo" navideño de los cubanos. "¡Todo por el dólar!" fue entonces mejor consigna que "¡Patria o muerte, venceremos!". Una línea divisoria marcaría los ghettos en el que el deterioro moral y social ha convertido al país. Las imponentes vidrieras y los lobbys de los hoteles se regocijaban de una Navidad para dólar-pudientes o turistas, mientras el resto tendría que conformarse con una rama de pino y algunos adornos de la industria local.

Pero el show ha llegado a tales extremos que la celebración del nacimiento de Jesucristo ahora se concibe en Cuba como la natividad de la revolución. Parece no importar quién duerme en el pesebre, ni quiénes son María o José. A fin de cuentas, un árbol adornado con bombillos de colores —si son rojinegros, mejor—, representa lo que al Caudillo le venga en gana. No son de extrañar las guirnaldas multicolores en la vegetación cercana a los comités del Partido de las provincias y los municipios, o en los parques centrales, en medio de la severa crisis energética. El icono trasvasa su significado, no sólo para lucrar —como en el mundo del consumo—, sino también para intentar borrar una huella ideológica y sembrar otra. Aun con toda la desnaturalización que ha sufrido la Navidad a nivel global en estos tiempos, ¿qué es un arbolito sin Jesús, o una Nochebuena sin pasión, sino un terreno hueco?

La apropiación de los símbolos que más perturban al régimen es la táctica del momento. Utiliza en sus versiones más sorprendentes esa vieja máxima de que "si no puedes vencer a tu enemigo, únetele". La Navidad cubana, suspendida arbitrariamente en 1969 con el pretexto de la infausta "zafra de los 10 millones", jamás pudo ser extirpada totalmente. En plena década de los 90, celosas familias aún conservaban algunos árboles o nacimientos —verdaderas reliquias de museo—, de los últimos que vieron la luz en los años 60. Y la Nochebuena no faltó, aunque estuviesen ausentes la cena, el vino y los turrones de Alicante.

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