Lunes, 13 enero 2003 Año IV. Edición 532 IMAGENES PORTADA
Sociedad
El botín de los valientes

Moldeando al hombre del futuro: En torno al nuevo sistema de enseñanza aplicado por las autoridades cubanas y su concepto de 'Cultura General Integral'.
por JOSé HUGO FERNáNDEZ, La Habana Parte 1 / 2
La Habana
La Habana, agosto de 2002. Puesta en escena
político-educacional

En Cuba se practica el error como pasatiempo oficial. Cualquier cosa es posible en esta Isla. Sobre todo si procede de aquellos para quienes querer es poder y poder significa el ejercicio de una voluntad demoledora.

Pero hay errores que no son para juego. No sólo porque se ven venir desde el primer amago sino porque, además, como los truenos de agosto, achicharran antes de imponer su ruido.

No es lo mismo entrecruzar los genes de una vaca lechera y un toro de ceba, en busca del vacuno perfecto, que ponerse a mezclar ignorancia con inocencia humana para extraer la arcilla con que será moldeado el hombre del futuro. En el primer caso, el error no trae mayores secuelas que las de un engendro sin leche ni carne. Mas, ¿quién puede imaginar sin un escalofrío las consecuencias del otro?

Luis Alfaro Piedra, profesor de Secundaria Básica, donde ha impartido matemáticas durante más de veinte años, se considera capaz de imaginarlas. "A lo que no me atrevería —agrega— es a vivir tranquilo en un lugar cuyo ciudadano medio sea el tipo de alcornoque que puede derivarse de ese error".

Él se muestra muy sensible ante el tema. Y no es para menos. Hace poco renunció a su profesión de toda una vida precisamente porque no desea verse involucrado en el error de turno, un nuevo sistema de enseñanza que hoy se aplica en escuelas de La Habana a modo de experimento, según las autoridades. Sin embargo, Alfaro Piedra sostiene que su implantación en todo el país es asunto más que decidido, pues responde a una idea de "la máxima dirección del Gobierno". "Y nadie en el Ministerio de Educación —dice— se atrevería a negarle el visto bueno, aunque sé que muchos lo califican secretamente como una barrabasada".

En síntesis, el plan es fruto de la crisis de maestros que ha estado sufriendo en los últimos años el sistema cubano de educación, sobre todo en los niveles primario y secundario. Mal pagados, mal atendidos y con una abrumadora carga de tareas, los profesores renuncian cada vez en número mayor. En el pasado curso, cuando al parecer la crisis tocaba fondo, a "la máxima dirección del Gobierno" se le ocurrió crear una escuela para preparar maestros en tiempo récord. Concebida para alumnos de cualquiera de los tres grados del preuniversitario, ella proporcionaría a sus egresados la facilidad de matricular en las universidades sin pruebas de ingreso y en la carrera que cada uno deseara. A cambio de tan raro privilegio —en un país en que los educandos se ven precisados a estudiar la carrera que le asignen, sin que su vocación cuente en lo más mínimo—, los flamantes profesores debían comprometerse a no abandonar sus puestos durante un período no menor a cinco años.

Fue la génesis del error.

"Lo primero que sucedió —puntualiza el profesor Alfaro Piedra— fue que los estudiantes de preuniversitario que se acogieron al plan, con el premeditado interés de recibir sus beneficios, eran los peores, los que tenían malos rendimientos y bajos promedios de calificación, ya que si bien es difícil para todos estudiar la carrera deseada, lo es aún más para quienes acumulan malas notas. Luego, estos estudiantes pasaron un curso intensivo, donde supuestamente se les preparó, en sólo ocho meses, para que impartieran cada uno entre diez y once asignaturas en el nivel de Secundaria Básica. No por gusto se les conoce hoy como los Valientes, aunque creo que mucho más valientes que ellos deben ser sus alumnos, que tienen la titánica misión de aprender con maestros de casi su misma edad, sin una correcta preparación académica y sin un adecuado dominio de los métodos pedagógicos".

Para colmo de males, según refiere Alfaro Piedra, junto al plan de los Valientes y nada menos que en medio de esta crítica escasez de educadores, a "la máxima dirección del Gobierno" se le ocurrió otra idea: abogar, en forma pública e improvisada, por la disposición de un nuevo proyecto para que las aulas de Secundaria Básica, cuyo cómputo de alumnos por clase oscila entre 39 y 43, acoja a no más de 15 alumnos cada una.

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